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Cuando los exámenes finales terminaron, me declaré finalmente libre por el siguiente par de meses. Bueno, eso de libre era un decir, porque seguía trabajando y en vacaciones hacía horas extras. No había tiempo para parar. Pasé a quinto semestre sin llevarme una sola materia entre los pies. Me permití darme unas palmaditas en la espalda por haberlo hecho bien. Alex también aprobó, incluso la materia que estuvo a punto de fallar por faltas, pero tenía que irse de vuelta con su familia.

—¿Por dos semanas? —le pregunté.

—No, dos meses. Durante las vacaciones decidí cortarme el pelo. Pasé de tenerlo de la cintura, a los hombros.

Uno de esos días en los que no tenía nada que hacer simplemente tomé unas tijeras y le dije a Liliana que me cortara el cabello en una trenza ¿Por qué? No lo sé. Por probar algo distinto, supongo. Ella no detuvo mi idea, es más, estaba encantada que fuese su conejillo de indias.

Me reí silenciosamente de ese recuerdo mientras caminaba a la parada de autobús a paso lento, sintiendo cada corriente de aire húmedo empujada por el paso de los carros en la avenida que rodeaba el centro comercial. Un día más de trabajo, un día menos. Igual y podía ser más rápido volver en metro, pero estaba más acostumbrada a tomar el autobús para llegar a casa antes de que diese la media noche.

Sentí la vibración de mi celular en la bolsa del pantalón. Contesté sin fijarme en el nombre en la pantalla.

—Hola —habló primero. Sí, era lo que yo esperaba. Era su voz.

—Hola —le respondí contenta, sonriéndole a la nada.

—¿Ya saliste de trabajar?

—Hace como quince minutos. —Me senté sobre la banca vacía de la parada —. ¿Y tú ya tienes todo listo?

—Pues algo así —parloteó sin mucho afán —. ¿En dónde estás?

—Ahora mismo, esperando a irme. —Recompuse mi postura para logar asomarme a ver si ya venía el bus.

—Uf, pensé que ya te habías ido.

—¿Por qué lo dices?

—Porque estoy aquí.

—¿Cómo? ¿Aquí? Estás mintiendo —negué. Giré mi cabeza de vuelta a la plaza, buscando comprobar que era cierto. Y a lo lejos, divisé su silueta recargada sobre el sedán color negro. Era cierto, estaba allí. Entonces fui a él, a toda prisa, sin tomarle importancia si cruzaba medio estacionamiento a largos pasos, casi corriendo —. ¡Alex!

Me abalancé contra él y lo rodeé del cuello, mientras él hundía su cabeza en mi pelo y me abrazaba con el mismo empeño que yo. Levemente había olvidado ese aroma tan característico de él, de esos brazos que me encerraban por la cintura. De esa manera en la que me besaba. Era como regresar a casa. Como un adicto que vuelve a probar su droga.

—Quería llegar de sorpresa, pero creí que llegaba tarde.

—Dijiste regresarías la próxima semana.

—Pues salió bien mi plan —afirmó con orgullo y me apartó el pelo por detrás de las orejas, percatándose de la diferencia en el largo desde la última vez que me había visto.


🍒


Miré a través del retrovisor las calles que llevaban a mi casa. Luego regresé la vista a Alex concentrado al volante. Le sonreí, consciente de que no se daba cuenta que lo estaba observado. Al llegar a mi casa, Alex me siguió hasta el primer escalón de las escaleras, como siempre solía hacer.

Nuestro destino [COMPLETA✅]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora