Tenía muchas preguntas que más que causarme emoción me revolvían el estómago. Bueno, estaba en partes iguales. Pasé tanto tiempo pensando que aquello jamás ocurriría que no sabía qué hacer,
Alex y yo habíamos planeado vernos por la tarde hasta antes de que Liliana llegase por la noche. Todavía quería llevarlo con la mayor cautela posible. Que Liliana estuviera afuera me caía de perlas porque pues, bueno, sabía que no le haría ninguna gracia. Con todo y que quería estar con él, no estaba lista para gritarlo a los cuatro vientos y tampoco para pasar por el juicio de nadie.
Cuando terminé de arreglarme, salí de mi cuarto y caminé a la sala, lista para irme. Sin embargo, detuve el paso en el umbral de la puerta en cuando me encontré con Liliana en el sillón de la sala, sin hacer nada más que mirar al techo. Tenía los brazos cruzados y los ojos cerrados, con inmutable calma. No se supone que estaría ahí. Acababa de complicarme los planes.
—Pensé que llegarías más tarde —le dije, en un vago intento de tratar de no sonar nerviosa.
Pero ella no se movió. Se mantuvo, por un momento, mirando en dirección a la nada.
—¿Liliana? —repetí en voz baja. Imposible que no me había escuchado.
—Nunca pensé que fueras tan idiota, Natalia —pronunció, haciendo sonar sus palabras por toda la sala —. ¿Qué, creíste que no me iba a enterar? ¿O que ibas a estar toda la vida viéndome la cara? ¿Por esto te preocupara que viniera?
Tuve dos opciones: admitir con toda la cara que era cierto y que todo lo que había planteado era cierto aún sin haber mencionado el nombre de Alex, o fingir demencia. Pero ya estaba. Ya había dado en el clavo. Al final, suspiré, y me resigné a aceptarlo.
—Solo deja que te lo explique.
—¿Eso era lo que no querías que viera? —volvió a preguntarme, esta vez sonando sarcástica —. Te hubieras buscado otra excusa. No sé. Porque mientras yo creía que estabas con tu novio, ahora resulta él pensaba que tú estabas conmigo.
—¿Pero cómo sabes eso?
Sí. ¿Cómo...? Mierda. ¿Cómo lo sabía? La única manera de que lo supiera era que ese detalle era que me hubiese delatado a mí misma o que alguien se lo hubiera dicho. ¿Pero quién?
—He cuidado de ti toda tu jodida existencia. Recuerda que si pudimos salir del maldito internado fue por mí. Tú me debes más de lo que a cualquiera en este mundo. ¿Todo para qué? ¿Para que vayas y te las des de fácil el único imbécil después de todo lo que te ha hecho? —espetó y luego se puso de pie, apuntándome con el dedo índice —. Hiciste exactamente lo que hizo Elena. Terminaste siendo igual que ella. Creí que eras más lista, pero ahora veo que me equivoqué.
Me quedé estática. Sus palabras atravesaban como filos a mis oídos.
Yo también me había equivocado. Sabía que se molestaría, que me diría que era una tonta, ¿pero llegar a ese punto? ¿Ser era capaz de compararme con mamá? Eso era caer muy bajo. Era pegarme donde más me dolía, casi como si me despreciara tanto como a ella.
—¡Estoy harta de que siempre quieres controlar todo lo que hago!
—¿Entonces qué? ¿te aplaudo? —alegó, con tanta (sarcasmo como pudo—. ¿Pero sabes? ¡Está bien, me da igual! Te lo mereces. Pero no me vuelvas a decir que cuentes conmigo —vociferó, casi al borde de gritarme.
Soltó otra risa amarga antes de darse la vuelta y dejarme ahí hablando sola. Ahora sabía que ella estaba mucho más furiosa de lo que pensaba. Todas las veces en las que la vi molesta no se acercaban a ésta. Y aunque me intimidaba, yo tampoco podía reprimir mis ganas de decirle sus verdades a la cara.
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Nuestro destino [COMPLETA✅]
RomantizmDicen que el destino es el hilo que nos guía al lugar que pertenecemos. Tan ineludible como imprevisible. Tan irrompible como inevitable. Para Natalia, la vida giraba alrededor de la monotonía: siempre igual de plana e insípida. Regido por una estri...