—¿Por qué? —me preguntó.
—Porque ya no quiero seguir ahí, Mar. Sé que tengo que trabajar, pero prefiero buscar en otra parte.
Marina hizo una mueca y tomó un sorbo de su taza de café. Siempre lo hacía cuando ya no encontraba qué más decir.
—¿Ya se lo dijiste a Rafael?
—Aún no.
—Estás dejando pasar demasiado tiempo.
—Ya sé.
Bastante. Más del que debía.
—Me siento mal por él —agregó y volvió a tomar de su taza —. ¿Qué diría Liliana de todo esto?
—Mar, si te lo conté a ti es porque ella me degollaría si supiera todo lo que ha pasado. Si supiera que volví con Alex, que terminaré con Rafael, y que encima voy a renunciar, me mataría.
Había pasado una día solamente. Seguía firme en el plan de hablar con él, pero la ocasión no se había dado. En parte, también se debía a que yo era la cobarde por no acercarme a él y decirle la verdad. Nunca había tenido que terminar con alguien, pero la decisión era un hecho y no podía evitarlo para siempre. Era algo que tarde o temprano iba a caer por su propio peso.
—No se lo puedes ocultar toda la vida.
—Pero lo haré mientras pueda —repliqué —. Al menos la parte sobre Alex.
—Ahora me siento mal por ti.
Hundí la cara en mis manos. Incluso yo también me sentía mal por mí. ¿En qué momento me había metido en ese lío?
Lejos de considerar si debía echarme para atrás en mi decisión, tenía muy claro que era que Rafael no era el responsable de todas las cosas con las que yo cargaba. Tenía que dejar de pensar en mí misma y concentrarme en solucionar lo de él, quien era el que menos culpa tenía en todo este lío. Era muy buena persona como para pagar por mis platos rotos.
Miré un mensaje de Alex aparecer sobre la pantalla del teléfono.
—Debo irme. —Me levanté de la mesa y tomé el asa de mi mochila —. Trabajo por la tarde.
—¿Hoy hablarás con él?
Suspiré.
—No lo sé, Mar. No lo sé.
❁
—¿Te veré... mañana? —me preguntó Alex una vez que se estacionó frente a las escaleras de mi casa.
Me volví antes de bajar por completo.
—Espero que sí. No estoy segura —le respondí, pensativa. Había repasado las últimas veinticuatro horas en aprenderme los horarios de Liliana y, hasta donde sabía, ella no estaría en casa durante el resto de la tarde. Así que... —. ¿Quieres... subir?
Era obvio lo que esa invitación significaba. Yo lo sabía. Él lo sabía.
Tan pronto como volvimos a estar en mi cuarto, él ya estaba besándome, y con pasos ciegos me guio hasta encontrar la primera superficie para tomar equilibro. Cuando se sacó la camisa y me levantó la blusa, sentí su piel contrastar con la mía. Era casi como si se reconocieran entre sí.
No pude evitar sonreír sobre su boca. Aún se sabía todos los rincones de mi cuerpo de memoria.
Continuó así hasta que el tono de un celular se hizo sonar, apareciendo el momento menos preciso. Era el mío. Alex se separó de mí para tomarlo del buró de al lado y miró a la pantalla por un segundo menos de lo que dura un segundo. Simplemente colgó y lo silenció pantalla abajo.
—¿Quién era?
—Nadie —me dijo —. Nada importante.
Me dio la sensación de que sí que lo era y pude haberme empeñado en averiguarlo, de no haber sido porque la situación en la que estaba me cegaba por completo. Y aunque me inquietaba, parecía como si de pronto él le hubiese puesto más empeño en dejarse perder en mí. O, mejor dicho, dejar que me perdiera en él.
Y cuando la ceguera pasó, ahora él estaba echado a mi lado con la respiración contraída y el cuerpo agitado. Apartó de mi rostro uno de los mechones de mi cabello y me llevó hacia sí, mientras que yo le recorría con el dorso de mi mano por uno de sus brazos. Notaba su pulso sobre su clavícula. Notaba a cada instante volverse un recuerdo que se almacenaría en mi memoria. Era tan bueno que temía que fuese para siempre.
—A veces siento como si estuviera en un sueño —susurré, más para mí misma que para él.
—¿En los tuyos o en los míos?
Me reí contra su pecho y volví a recorrerle por el brazo muy despacio. La tarde estaba cayendo y la habitación se estaba volviendo oscura. Eso solo significaba una cosa. Que el tiempo se nos estaba acabando.
—Tienes que irte —le dije, aunque sonara muy duro pedírselo —. No es que quiera que te vayas, pero Liliana puede volver en cualquier momento y sé que las cosas se pondrían difíciles si te ve aquí.
—¿Hasta cuándo seguiremos haciendo esto? ¿Por qué esto tiene que seguir así?
El aguardó a que contestara algo. Dudé si decírselo o no, pero supe que tenía que hacerlo. Al fin y al cabo, si queríamos que esto funcionara, tendría que serle sincera.
—Han cambiaron un par de cosas —expliqué, mientras me separaba de su pecho y mejor me acomodaba de lado. Aquello tenía tanto sentido figurado como literal —. Todavía tengo un montón de cabos sueltos por desatar. Debo que encontrar la forma de decírselo a Liliana, pensar lo que haré con mi trabajo, hablar con Rafael, y...
—Así que así se llama... —murmuró, pensativo.
Él se reincorporó sobre la cama. Observé su espalda desnuda desde mi lugar.
—Alex...
Le puse una mano en el hombro, pero él se volvió a mí y me terminó por encasillar entre sus brazos para mirarme directamente a los ojos.
—Tienes que decírselo ya, Natalia. No sé cuándo se lo dirás a tu hermana. Pero díselo a él. No puedo seguir pensado que lo que hacemos está mal y seguir a escondidas de todo y todos.
Palidecí por un momento. Las cosas me caían como un valde de agua fría. Y si seguía así, más una cosa me iba a caer encima. Es que ni siquiera era capaz de sentirme libre con él. Aquello era un claro recordatorio de que tenía que hacerlo. Incluso las palabras de Marina regresaron a mi mente: estaba dejando pasar demasiado tiempo. Y no solo me afectaba a mí, sino también a ellos dos.
—Lo haré —acepté —. Lo antes posible. Lo prometo.
Pero había algo que era cierto. Algo malo sí estábamos haciendo, sobre todo yo. Y no me sentía orgullosa de ello.
—Me iré a cambiar —le avisé, mientras me podía de pie para buscar mi ropa —. Me espera una larga jornada. —Eché mis cosas a la bolsa y vi la llamada que él había colgado.
Era justo quien creí: Rafael.
ESTÁS LEYENDO
Nuestro destino [COMPLETA✅]
RomantizmDicen que el destino es el hilo que nos guía al lugar que pertenecemos. Tan ineludible como imprevisible. Tan irrompible como inevitable. Para Natalia, la vida giraba alrededor de la monotonía: siempre igual de plana e insípida. Regido por una estri...