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Mis manos temblaban. Bueno, en realidad, todo mi cuerpo temblaba. La adrenalina en mi sangre todavía no se disipaba, y eso que yo ni siquiera estuve directamente involucrada en todo aquello. Había pasado apenas una hora desde que la pelea había ocurrido, pero aún no era capaz de tranquilizarme. Liliana había aparecido poco después y ahora estaba hablando con Víctor en el estacionamiento de la escuela, mientras que Marina y yo permanecíamos en el carro de éste esperando que terminaran lo que parecía ser una discusión, que a ese momento no sabía si tenía que ver con lo que había sucedido con Alex.

Poco después ambos regresaron y subieron al auto. Mi hermana se limitó a mirar por la ventanilla mientras que Víctor empezó a conducir en silencio.

—¿A dónde se supone que vamos? —pregunté desde el asiento de atrás. Ninguno respondió. Miré a marina, y por lo vito ella tampoco sabía. Así pasaron diez minutos en silencio hasta que identifiqué que estábamos frente a la casa de Víctor. Creí que iba a ser una parada exprés, pero me di cuenta de que duraría más de lo esperado cuando los tres bajaron, Liliana le explicó algo a Marina, y ella regresó junto conmigo.

—Vengo en un momento, ¿sí? —Liliana se dirigió a mí.

—Pero...

—Solo quédate aquí y punto —acotó con suavidad —. Marina estará contigo. Dame unos minutos y estaremos de vuelta.

Cuando Liliana desapareció por la puerta, me hundí sobre el asiento sin la posibilidad de protestar; y sin más remedio que obedecer y quedarme ahí preguntándome qué había pasado con Alex.

No sabía dónde estaba. A dónde se había ido. Qué le había pasado, qué consecuencias había tenido. Nada. No sabía nada. Y ninguno de ellos tampoco quería decirme nada. Y no podía aguardar a tener la oportunidad de saber de él por mis por mis propios medios, pero no iba rastro de él. No sabía qué rayos le pudo haber pasado. Le había llamado a su celular, pero nada.

Marqué otra vez. No respondió.

Otra vez. Buzón.

Otra vez. Me empezaba a impacientar.

Tambaleé la pierna con inquietud. Liliana, además, llevaba media hora sin volver.

—¿Crees que tarden mucho? —me preguntó Marina, como si yo tampoco supiera.

—No lo sé. —Seguí intentando llamar.

—¿Por qué Liliana tarda tanto, qué tanto le estará diciendo a Alex? —pensó en voz alta.

—¿Decirle qué? ¿Alex está ahí dentro?

No lo pensé y me bajé. Marina se apresuró a hacerlo también y a tratar de hacer que volviera. Le advertí que no se atreviera a detenerme.

Abrí la puerta de golpe. Todos me vieron entrar.

—Váyanse —les dije.

Estaban alrededor de él: mi hermana, Víctor y quienes habían ayudado a parar con todo, estaban allí. Probablemente echándole en cara que haber iniciado un escándalo así en la escuela fue una completa y total pésima idea.

Liliana se volvió a verme, intentó ir hacia mí. Víctor la detuvo sujetándola del brazo y ella se lo arrebató al instante. Pero yo no cambié de postura. No iba a oírle. No iba a ceder esta vez.

Por una vez, me hicieron caso. No recordaba ni sola ocasión en la que yo hubiese hablado con un tono tan firme de voz. Ni siquiera sabía de dónde sacaba las fuerzas para tenerlo.

Nuestro destino [COMPLETA✅]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora