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Creí que el vuelo de vuelta sería incómodo para ambos. Pero fue mucho peor que eso. Fue terrible. Ni siquiera era capaz de mirarlo a los ojos. En el fondo, estaba desesperada por no saber qué hacer. Me resistí a mantener una conversación de más de dos diálogos entre ambos. Porque no podía, y porque tampoco él parecía tener ningún afán por remediar nada. Admiraba mi capacidad para echar a perder las cosas. Lo había tirado todo a la basura. Y mi amistad con Alex estaba rota, eso lo tenía claro.

Al llegar a mi casa, me sentí en un lugar verdaderamente acogedor de nuevo. Abrí la puerta. Me encontré con una pila de muebles cubiertos con periódico movidos al centro de la sala y al sillón repleto de cosas. Lucía como si hubieran saqueado la casa.

Liliana estaba sobre una escalera, dando brochazos a la parte más alta de la pared.

—¡Eh, llegas temprano! —exclamó al verme —. ¿Qué tal estuvo?

—¿Qué es todo esto? —pregunté, mientras esquivaba las cortinas tiradas sobre el suelo. Sentí un penetrante olor a cigarro mezclado con pintura.

—Ya que no estabas, decidí darle una renovada. —Bajó los escalones de uno en uno —. ¿No te gusta?

Observé sus ropa escarchada de pintura, del azul grisáceo que había escogido. Se notaba que era una de las pocas veces en las que me separaba de ella, aunque no estaba segura si al casero le agradaría tal cambio.

—No, no. Sí me gusta. Solo que me sorprende ver todo esto.

—Víctor me ayudará. Él se encargará del resto.

—¿Que yo qué? —Apareció su novio desde la puerta trasera.

—Ese fue el trato —le contestó y dejó la brocha sobre un montón de papel periódico en el suelo —. Y bien, ¿cómo estuvo?

—¿Cómo estuvo qué?

—Pues el fin de semana con Castrejón.

—Bien. Estuvo... bien.

Ya no sabía ni qué inventarle. No podía decirle la verdad, pero Liliana me conocía tan bien que era incapaz de mentirle otra vez. Me apenaba aceptarlo a pesar de que ellos no tenían ni idea de lo que pasó durante esos dos días.

Mi hermana y su novio intercambiaron miradas cómplices, casi sarcásticas. Víctor se dio la vuelta, yéndose disimuladamente por donde había aparecido.

—¿Ocurre algo?

De ocurrir, sí. Pero cómo se lo iba a explicar.

—¿Se pelearon Alex y tú?

—No —murmuré —, bueno... algo así. No lo sé.

—¿Por qué? ¿Qué pasó?

Al diablo. Se lo iba a contar.

—Yo... cometí un error muy grande.

Liliana suspiró.

—Que te hayas enamorado de él no significa que sea un error. —Puso una mano sobre mi espalda —. Habla con él, seguro podrán solucionarlo.

Volví a negar con la cabeza, a punto de colmarme de frustración. Liliana lo decía tan fácil, como no era ella la del problema. Nuevamente me demostraba que fuera lo que fuese, no era una gallina como yo.

—No, Lili, esta vez es diferente. No se trata de eso.

—¿Pero se lo dijiste? ¿Le dijiste directamente lo que sentías?

—No... no precisamente.

—¿Entonces cuál fue el problema?

—Que...

Nuestro destino [COMPLETA✅]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora