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Me daba cuenta de que las personas empezaba a llegar de poco en poco. El lugar ya se veía bastante lleno. El humo del tabaco y nicotina se mezclaban sobre el ambiente con gusto a licor adulterado, que de alguna manera, alcanzaba a percibirlo en el paladar. Tenía tiempo que no asistía a una fiesta de ese tipo. Antes mi hermana me arrastraba a éstas con el argumento de que me divirtiese, pero un tiempo para acá ya había dejado esa costumbre, y lo agradecía. 

Pero de esta no me libraba. Era el cumpleaños de Alex y a ninguno de sus amigos se les iba a escapar la oportunidad. Porque pues así es la gente de mi edad, cualquier motivo siempre era suficiente.

Tan pronto como llegué, divisé a Alex en la salida al patio de la casa, rodeado de un tumulto de gente. Sin pensármelo dos veces di marcha y me abalancé sobre él. Llevaba días sin verlo.

—Feliz cumpleaños. —Le di un beso en la mejilla.

—Veintidós.

—Cada día más viejo, mejor dicho —vacilé.

—Solo es un año de diferencia. —Sonrió como respuesta —. Ah, y nueve días.

Solo por nueve días parecería que Alex era mayor que yo por dos años. Sonreí también y le pasé la mano por el cabello para acomodárselo, una y otra vez, aunque resultaba imposible lograrlo. Me hice a un lado cuando algunas personas volvieron a reunirse al alrededor, haciéndome parecer diminuta, rodeada de puros grandulones. Entonces apareció Víctor y lo rodeó por el hombro mientras sostenía una botella de tequila en la otra mano.

—Mira nada más a quién tenemos por aquí. Pero si es nuestro pequeño Castrejón.

—Ya te habías tardado en venir a joder —ironizó Alex.

—Híjole. Creo que ya sabrás que de mi cuenta corre que vas a quedar hasta que se te olvide qué día naciste.

—Ni lo sueñes, Víctor. Eso no va a pasar —contestó, sacándoselo de encima.

—Ya lo veremos. Ya lo veremos, puñetas. —Le empujó del hombro y se lo devolvió —. ¿O qué, le tienes miedo a una botella de Atoyac 63? ¡Eh, ya vamos! —voceó en dirección a quienes les llamaban, arrastrándolo consigo.

Antes de que pudiera llevárselo, Alex se volvió a verme con rostro de suplicio por tener que irse así de pronto.

—Anda, ve. Solo cuida que no te hagan nada malo —le sonreí. Y alcanzó a darme un beso que quedaría pendiente para el resto de la noche.

Miré a lo lejos adonde estaba con todos ellos. Podría decirse que se la estaba pasando bien rodeado de ese ambiente con todas esas personas que hacían esa clase de tonterías que pasan cuando juntas alcohol y gente con muchas ganas de obtener un coma etílico. Lo normal.

Crucé miradas de nuevo con Alex. Le sonreí. Amaba verlo así; sereno. En paz. Creo que era más fácil entenderle cuando era de esa manera, cuando estábamos bien. Él y yo no nos parecíamos mucho. Tal vez eso era lo que más me gustaba. Que era mi propia antítesis. Armonía. Ese algo. Todo lo que yo no era ni tenía. Ciertamente habían cosas que teníamos en común, pero en cuestión de personalidad, era como comparar una foto en saturación de color... a una sepia.

—¡Natalia!

Saqué la cabeza del nido de mis pensamientos cuando vi a Guillermo acercarse a mí. Pero no venía con Marina, solo era él.

Ah, vaya. Ahora qué.

—Hola —traté de sonar amable —. ¿Qué tal va todo?

—Bien, bien. —Se acercó un poco —. ¿Por qué tan sola? ¿Te dejaron de encargada?

Nuestro destino [COMPLETA✅]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora