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El salitre combinado con el olor a tabaco me escocía la nariz, haciéndome estornudar más de una vez. Marina había logrado convencerme de que fuera con ellos. Cómo hizo para persuadirme, no lo sé. Solo sé que pasé dos horas mirando a la carretera hasta que las costas de una playa recóndita aparecieron por la ventanilla del auto.

El otoño estaba de vuelta y el clima empezaba a enfriarse de nuevo, lo cual menos me animaba a entrar a la playa. Liliana insistió que también debía hacerlo, pero yo me negué en rotundo. Abrazaría, una vez más, a mi tan querida y segura zona de confort. Ver la playa desde el visor de mi cámara parecía mejor idea que ir a meterme en las olas.

Observé que los demás se escabullían hacia las olas del mar mientras la arena se colaba entre los dedos de mis pies y trataba de cubrirme del sol con la sombra que mi mano podía darme. El plan de ir a aquel lugar se había extendido como la pólvora, y algunas personas más, en su mayoría amigos de Víctor, también estaban por ahí. Como Andrea, de paso.

Sí, Andrea.

Cuando supe que ella estaría ahí, debo admitir que al principio pensé que sería algo lioso que fuésemos a coincidir, pero al final cada quien se iba por su lado. Qué se le iba a ser. Después de todo, lo demás era pasado. Tal vez ella y yo nos habíamos conocido a través de situaciones poco convencionales, pero quién sabe, quizás hasta esto era una especie de tregua firmada. Ella seguía igual que siempre, siendo una pelirroja y encantadora Julieta. Y yo había aprendido a controlar mi carácter de mierda, así que tan mal no estábamos.

—Tan ermitaña como siempre —me dijo Alex, cuando llegó a hacerme compañía a la orilla del mar.

—Es mi naturaleza.

Me sonrió y se puso a mi lado, rodeándome por la cintura.

—¿No has pensado en decirte de lleno en la fotografía?

—Se vale soñar —negué y me encogí de hombros—. Lo dejaré como un sueño frustrado, como el que tenía de pequeña de ser odontóloga.

—Habrías sido una buena doctora.

—No podría, odio las agujas. —Sacudí la cabeza lado a lado —. ¿Qué querías ser tú de niño?

—Astronauta.

—Habrías sido un buen astronauta —le respondí, contrayendo mi pecho conteniendo una pequeña risa. —. ¿Y... habías venido antes alguna vez?

—Hace algunos años, con mi familia.

—¿Con todos tus tíos, primos y los hijos de tus primos?

—Caótico —se limitó a decir. No lo dudé.

Decidí mejor echarme sobre el suelo y llevar mis manos a la arena suelta para hacer caminos con los dedos. El viento soplaba su cabello y podía distinguir cada gramo de arena disperso sobre su torso.

—¿Y tú habías venido antes a un lugar así?

—Hace varios años, a un sitio parecido cuando tenía quince —le respondí— . Solo esa vez. fue divertido, pero...

Sonreí para mí misma cuando recordé aquella vez en la que mi tía Sara nos llevó con ella ya que era el cumpleaños dieciséis de mi hermana. Fuimos las tres nada más.

—¿Pero... qué?

—Esa fue la última vez que vi a mi tía.

Había pasado mucho tiempo, años quizás.

—¿Qué fue lo que pasó?

—He hablado con ella, pero ha sido mucho desde la última vez —contesté, perdiendo la vista hasta donde el horizonte desaparecía —. Sara no fue la mejor de las tías, pero ¿sabes? Creo que después de todo, lo intentaba. No fue su culpa que mi padre haya entrado a la cárcel y que mi madre nos hubiese abandonado con ella —me sorprendí a mí misma con la naturalidad con la que lo estaba contando —. Supongo que un día de estos debería hablarle...

Nuestro destino [COMPLETA✅]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora