one.

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Era un sábado por la mañana, así que me levanté de la cama para poder salir a comprar nuevas cosas de mi extraña colección de cosas de furbies o furbys, cualquiera de las dos está bien.

Me despojé del pijama y me metí a la ducha. Por suerte, el agua no estaba tan fría como esperaba que estuviera, y le agradecía infinitamente a todo porque el agua no estaba helada como siempre suele estar. Era un milagro.

En cuanto sentí que el agua empezaba a enfriarse, tomé la toalla más cercana a mi y me envolví en la misma, saliendo del baño. Sequé mi cuerpo y me vestí con una falda corta negra, unas medias largas de color blanco, un top blanco con un gran furbie de fondo y mis vans negras.

Alguien tocó la puerta suavemente. La puerta de mi habitación estaba entreabierta, así que una cabellera roja con un cuerpo delgado y un aspecto desaliñado se hizo presente por ese hueco que dejaba la puerta de mi cuarto. Era mi hermana mayor: Molly Whitlock, la persona más loca que puedas conocer en la vida o al menos en la mía es así y será así siempre.

Esta vez tenía unos jeans negros rotos en la rodilla, una blusa sin tiros blanca y abajo de la misma una blusa gris, haciendo conjunto con sus tacones bajos blancos, su gorro gris y sus gafas de sol, y no hacía sol afuera. Lo sé, ella es rara y loca, igual que yo, pero sin loca.

—¿A dónde vas? Quiero ir y salir de este infierno —Dijo Molly haciendo un mohín.

Con infierno se refería a lo molesta que era nuestra madre cuando estábamos presentes, bebiendo una lata de coca cola mientras conversábamos de nuestras malas experiencias con los chicos.

—No digas eso —Molly frunció el ceño— Que nuestra madre siempre se ande quejando de que somos unas vagas no significa que esto sea un infierno.

—Es que no puedo beber vodka y amo el vodka.

—¿Sigues con eso? Creí que la coca cola te ayudaría a dejar esa cosa —Hice una mueca de disgusto y asco. 

—Sabes que eso no va a pasar —Miró su celular con una gran sonrisa.

—¿Quién es tu nuevo pretendiente? —Pregunté dando una vuelta hasta llegar a donde estaba ella.

—Ethan, diecinueve, California —Contestó aún sonriendo como una maldita idiota, mientras miraba hacia la nada con su estúpida expresión de enamorada.

—¿Cómo es ese tal Ethan? —Interrogé a Molly, ella siempre se creía que los chicos que la enamoraban eran sus ideales, pero yo siempre le advertí.

Y como saben nunca me hizo caso, y terminó con lágrimas en los ojos, mojando mi sweater favorito y bebiendo coca cola mientras veía vídeos de gatos actuando tiernamente.

Era raro, pero cada mes tenía que soportarlo. Es mi hermana y es la persona que alegra mis días con sus idioteces y sus quejas de la vida.

Molly me colocó una foto de Ethan en la cara. Era de estatura mediana, cabello azabache, unos ojos oscuros intimidanentes y una sonrisa casi perfecta.

—Es lindo, pero no lo conozco —Farfullé frunciendo el ceño levemente.

—Olvidemos el tema por ahora y vámonos.

Molly me jaló del brazo con fuerza y me llevó hasta la puerta trasera, que estaba después de la cocina y nos llevaba hasta el jardín de margaritas que tenía nuestra madre plantado en el jardín.

—¿Por qué salimos por aquí y no por la puerta principal? —Le pregunté ya afuera de la casa.

—Le prometí a mamá que la ayudaría a cocinar, pero hoy tengo ganas de salir y fue una mala idea, lo sé —Respondió y mi ceño se frunció.

Molly Whitlock nunca cambia.

Ella encendió su auto y arrancó hacia el centro comercial. Molly encendió la radio y se escuchaba Rude de Magic, la canción preferida de todos los tiempos de mi hermana. Nunca la había visto babear así por una canción tan conocida y rara, pero linda y pegajosa.

Llegamos y ella se estacionó cerca de la entrada, me abrió la puerta —como siempre— y nos adentramos al solitario centro comercial de nuestro vecindario. No habían muchas personas y eso me hace pensar que Furby's estaba más vacío que las fiestas que organiza la abuela cada cumpleaños.

Yo y mi hermana la acompañamos para comer sus ricas galletas, beber té y que nos cuente anécdotas de su pasado. Molly y yo nos reímos mucho con eso.

—Iré a comprar en Furby's, vete a donde quieras mientras voy —Le dije— No te pierdas y no andes coqueteando a nadie, puta.

—Yo soy una persona muy pura y libre de pecados, bebé —Agurmentó Molly con una sonrisa angelical y unos ojos de perro mojado.

—Sí, y yo soy Barack Obama —Dije rodando los ojos— Bebé.

—Idiota —Se cruzó de brazos e hizo un puchero— Vete, estaré comiendo un helado de menta.

Negué mientras reía y seguí mi camino hasta llegar al fondo del pasillo donde estaba la tienda. Caminé unos kilómetros más y ya estaba en la puerta principal.

Ahora, estaba el asunto de vida o muerte: Halar y empujar.

Hubo una vez que mi nariz se estrelló contra un cristal por halar la puerta con todas mis fuerzas y mi madre pagó la puerta y mi nariz rota. Quedé traumada.

Empujé la puerta y me encontré con otro chico en la caja registradora. El anterior se llamaba Bryant y me coquetaba cada vez que iba a la tienda. Pero adivinen, era un idiota que le gustaba mucho usar a las mujeres como juguete. Por suerte, sus idioteces nunca funcionaron conmigo.

Esta vez era un chico alto, cabello rubio, ojos azules, piel blanca y algo pálida y una sensual perforación en el labio, la cual se estaba mordiendo mientras miraba hacia la nada, hacia la completa nada.

—Hola, ¿Hay nuevas ofertas? —Pregunté acercándome al chico rubio.

—Sí, busca en la sección de ofertas. Está a mano izquierda —Contestó con una gran sonrisa. Se notaba su aburrimiento en la tienda, pero cambió su ánimo desde que yo llegué.

Compré otro furby de color negro y era bastante costoso. Más que los demás furbys que había comprado en los últimos años.

Me acerqué a ese chico rubio y él pasó todas las cosas que había elegido; desde unas medias negras con furbys azules de fondo y una frazada blanca con muchos furbys de diferentes colores. Me sonrió y yo fruncí el ceño algo incómoda. Tomé las dos bolsas donde me entró los productos y me marché.

Que chico tan raro.

furby ✧ lrh.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora