Capítulo 2.

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— Los dejaré solos. — Avisó el mensajero y se retiró.

La habitación quedó en silencio cuando la puerta fue cerrada nuevamente. El latino pasó su mano por su nuca, un poco incómodo con la mirada del austriaco fija en él y nada más que silencio.

— ¿Vas a quedarte mirándome todo el día? No soy un fantasma o algo así.

Austria reaccionó, se apenó por ello y carraspeó, levantándose de su asiento.

—Nadie me avisó que vendrías, debiste decirme. Al menos habría preparado algo para recibirte.

—Prefiero llegar de sorpresa, es costumbre mía. — dijo con una sonrisa, pasando su dedo índice por un librero de la habitación. — Tengo que hablar contigo. Solo mi presidente sabe que vine, nadie más.

Austria lo miró con sorpresa, si nadie más sabía de su venida, entonces eso significaba solo una cosa.

— ¿Quieres decir que usaste tus...?

—Sí, ya están más recuperadas. Puedo volar al menos.

Ambos sonrieron, a pesar de todo, en el fondo sabían que aún podían tener esa especie de chispa que había surgido tiempo antes. Antes de que todo pasara. México suspiró, acercándose unos pasos al bicolor europeo.

—Escúchame, Austria. Sobre lo que pasó antes... De verdad lo siento. — el latino sintió que el suelo debajo de él se movía conforme los recuerdos llegaban a su mente. — No sabes cuánto lo siento. Si yo hubiera hecho algo, si hubiera hecho caso cada vez que me dijiste que tenías un mal presentimiento, no habría pasado nada de lo que pasó.

Austria tuvo que volver a sentarse mientras lo escuchaba, incluso él podía sentir ese leve mareo que los dolorosos recuerdos le provocaban.

—Se que Maximiliano era especial para ti. También lo fue para mí, y para mucha de mi gente. Gracias a él te conocí y pude tener los mejores años de mi vida. Intente arreglar las cosas, muchas veces en serio. — El corazón del tricolor se estrujaba mientras seguía hablando, para ambos resultaban astillas en el corazón. — Quise volver a acercarme a ti, tratar de convencerlos a todos de que las cosas habían cambiado, pero nunca pude hacer algo para lograrlo.

Austria miró hacia el suelo, en ningún momento había sentido que México tuviera la culpa. Pero todo había jugado en contra de ellos. El austriaco miró de nuevo al mexicano, palmeo a su lado para que tomara asiento, algo que el latino no dudo en hacer. En cuanto se sentó, prosiguió.

—Trate de mejorar para poder volver a verte. Estaba saliendo adelante, pero entonces todo esto de su estúpida guerra estalló. Entonces te vi. Supe que Reich quería anexarte, y también supe que eso no es algo que tú quisieras.

Austria sonrió con tristeza, le sorprendió lo rápido que podía extenderse la noticia y que aún así nadie le extendiera una mano.

—Así es. Y no sabes cuánta impotencia siento justo ahora.

México sabía que lo mejor para él era soltarlo todo, desahogarse. El latino pasó su mano lentamente hacia el hombro de su contrario, invitándole a seguir hablando.

—Puedo escucharlos. Mucha de mi gente me pide que detenga está injusticia, que no permita que pase. Pero otra parte me dice que nos entreguemos, que es lo mejor para todos. ¿Que se supone que haga? Hay gente apoyando a Reich, pero hay más gente que clama por negarme ante eso. Hay desesperación, hay miedo, hay tantos pensamientos tan llenos de... — Austria colocó sus codos sobre sus rodillas, usando sus manos para tomarse el cabello entre estás. — Ese... Monstruo, contaminó con sus ideales a una parte de mi población, se que están mal. Sé que no saldrá nada bueno, pero ¡También son mi gente!

La imagen del siniestro ser de símbolo de esvástica sonriendo con burla se plantó en su mente. El miedo volvía a inundarlo poco a poco.

—No sé qué hacer, pero siento que aunque intentara hacer algo para defendernos, va a obtener lo que quiere.

Volvieron a quedarse en silencio, era triste como aquella guerra en la que ni siquiera quería participar terminará obligándolo a entrar de algún modo. Austria giró hacia el mexicano, tomando las manos del tricolor entre las suyas y apretándolas suavemente.

—El tratado, dicta que es y será tratado como injusticia una anexión así. Si hace algo, será invasión, eso debería impedirlo ¿no?

México sintió una punzada de dolor al ver que Austria intentaba buscar esperanza en algo que Reich podía romper fácilmente. Le dolía tener que ser sincero y arrancar el brillo de sus ojos por completo. El tricolor acarició con suavidad las manos ajenas, sin dejar de mirarlo a los ojos.

—Tú y yo sabemos que ese tratado a Reich no le importa. Si él quiere, solo lo moldeara a su favor y eliminará lo que le impida seguir.

Tal cómo lo temía, el brillo en los ojos de Austria bajó rápidamente. El agarre de sus manos fue más flojo, pero el mexicano sostuvo las manos del europeo nuevamente.

—No lo voy a permitir. Ya una vez solté tu mano, y me arrepentí por mucho tiempo. No volverá a pasar, quiero protegerte está vez.

Las mejillas del austriaco se ruborizaron ligeramente al escucharlo, amaba el brillo decidido en los ojos del mexicano. Amaba toda esa protección que México le ofrecía siempre, antes de reinar juntos, estando casados y ahora, después de haberse separado forzosamente.

El mexicano tomó delicadamente aquella mano que el mismo Reich había tomado minutos antes, México miró con un rostro de seriedad los dos pequeños agujeros que los colmillos del alemán habían dejado, él no sabía que habían sido por su causa, pero claro que lo sospechó cuando supo de su visita.

Cerrando sus ojos, el mexicano dejó un pequeño beso en cada herida, algo que sonrojó aún más al austriaco.

—Planeaba quedarme aquí, para al menos servirte de apoyo. ¿Puedo?

Austria sonrió, asintiendo.

—Puedes.

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||° Aquí dejo el segundo, espero les guste. Si es así recuerden apoyarme con sus votos ;3

¡Cuídense! <3

Quédate conmigo. [ México x Austria ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora