Capítulo 25.

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Todo su alrededor de pronto se notaba más brillante, los rayos de sol incluso lastimaban sus ojos así que levantó el brazo para cubrirse inútilmente, pues ese destello pronto le rodeaba. ¿Ese era el fin? ¿De verdad hasta ahí había logrado mantenerse su cuerpo? Soltó un suspiro, aunque incluso eso le había costado trabajo.

Voy a extrañarte, México.

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El mexicano abrió sus ojos de golpe, levantándose rápido sobre su cama. Pudo escuchar la voz de Esmeralda detrás de la puerta avisándole que el desayuno estaba listo, a lo que respondió que enseguida iría. Últimamente sus sueños se basaban en "¿qué tal que no despierta? ¿Harás tu vida de nuevo?" Suspiró frustrado y masajeó sus sienes, ya no podía más.

Bajó al comedor cuando por fin estuvo listo, agradeció la comida y se preparó para un nuevo día. Apenas que estaba terminando el desayuno cuando varias cartas con pendientes y recados fueron puestas sobre la mesa, delante de él. Sabía que sería un día pesado y probablemente no tendría oportunidad de sentarse a comer para la tarde o cena como casi siempre, así que decidió darle el día a su amiga.

— Esmeralda, puedes tomarte el día. Hace mucho que no veo que descanses como es debido.

— Oh, de verdad muchas gracias, señor México. Si necesita cualquier cosa no dude en llamarme. — Ofreció ella con una sonrisa, dejando el café sobre la mesa y retirando los platos sucios para lavarlos antes de irse.

El mexicano miró la cantidad de cartas, a veces creía que unas vacaciones serían justas. Tomó las cartas en una mano y en la otra tomó el café, subiendo hasta su habitación para revisarlas ahí. Se sentó frente a su pequeño escritorio y comenzó a leerlas, dando sorbos a su café de vez en cuando hasta que lo terminó. Sin poder detener su vicio aún, sacó de su bolsillo una cajetilla de cigarros y encendió uno, cada calada que daba le ayudaba a liberar un poco de estrés. ¿A qué costo? Solía preguntarle Austria, claro, su ex esposo siempre decía que liberarse de estrés a costo de matar tus pulmones no era lo indicado.

Apenas había dado otra calada cuando vio el nombre de Francia en una de las cartas. Abrió rápidamente la carta al darse cuenta que había llegado durante la madrugada. Sus nervios fueron hacia el cielo cuando leyó las pocas palabras de esta.

Tienes que venir, ahora. Es Austria.

Por favor, no tardes.

-Francia.

El mexicano se levantó de la silla y apagó el cigarro, corrió a tomar el primer abrigo que encontró y salió con la misma velocidad, asegurándose de dejar todo bien cerrado antes. Ni siquiera tuvo tiempo de avisar a su gobierno o a alguien más, solo emprendió el vuelo en cuanto sus pies pisaron la acera. Sus alas aún dolían de vez en cuando al usarlas, pero no le importaba, quería llegar cuanto antes. Sus ojos se llenaban cada cierto tiempo de lágrimas al pensar lo que podría haber pasado, no quería eso. Pero la presión de su pecho y el estrujar de su corazón le hacían tener un mal presentimiento.

El camino le había parecido eterno, claro que era un enorme tramo lo que tenía que viajar pero ahora especialmente le parecía haber viajado por días, siendo jalado constantemente por algo pesado que le pedía que se detuviera.

Sintió alivio cuando por fin vio el territorio francés frente a él después de horas de vuelo. Fue aterrizando hasta que por fin pudo correr hacia el primer transporte que vio. Hablando un casi perfecto francés, pidió que le llevaran al hogar de Francia lo más rápido posible. Le hubiera gustado volar hasta allá, pero sabía que no tenía la libertad de volar por ahí en territorios ajenos. Trató de concentrar su vista en la calle mientras avanzaban, pero por su mente solo podían pasar los muchos escenarios que podían estarle esperando, tanto buenos como malos.

Cuando finalmente estuvo frente a la casa de Francia pagó su transporte y corrió a la entrada, ni siquiera necesitó de tocar 3 veces cuando las puertas fueron abiertas, al parecer estaban esperando su llegada.

— Pase por aquí, señor.

Siendo guiado por uno de los sirvientes, el mexicano avanzó. Conforme se acercaban podía sentir que la tensión crecía, de pronto no quería estar ahí, quería correr porque temía lo que le esperaba. Ese futuro desconocido siempre le aterraba. El hombre se detuvo frente a la puerta, dio unos suaves toquidos y se retiró, dejando al confundido tricolor ahí parado. Iba a ir detrás de él para preguntarle que pasaba pero las puertas se abrieron en ese momento. Francia lo miró con un semblante extraño, solo podía sentirse más nervioso.

— Francia, ¿para qué...?

— Solo...Entra, México. — el nombrado obedeció, su vista fue a parar hacia el gran ventanal de la habitación. — Por favor, espera aquí.

La francesa salió de la habitación, el latinoamericano se paseó por ese lugar, deteniéndose frente al ventanal para asomarse. Tenía un lindo jardín. Francia era de las personas más elegantes que conocía, no le sorprendía que incluso su jardín luciera tan bello, como si fuera una digna obra de arte. Escuchó la puerta volver a abrirse detrás de él, por lo que con una pequeña sonrisa se dio vuelta.

— Creo que de toda tu casa, esta habitación es mi pre- ...

Sus palabras se atoraron en su garganta, haciéndose un nudo. Sus ojos se abrieron más, incluso podía jurar que sus pupilas se dilataron. Su boca quedó ligeramente abierta ante lo que había delante de él. Sí, quizá algo delgado, su piel no tenía la misma vida que cuando lo recordaba, tenía varias cicatrices visibles que el camisón le permitía ver. Pero era él.

— Aus...Austria...

El nombrado le dedicó una dulce y pequeña sonrisa, estaba sostenido por un bastón pero sabía que podría moverse. Aunque el primero en correr hacia él fue México. Con lágrimas descendiendo por sus mejillas, un leve sonrojo en ellas y un tono de voz que no encontraba fuerzas para manifestarse, México corrió hacia él y lo abrazó, levantándolo cuidadosamente del suelo.

— ¡México! ¡México, te extrañe demasiado!

El austriaco pronto también se convirtió en un mar de lágrimas, aferrándose al latino mientras ambos escondían sus rostros en el hombro y cuello del contrario, grabándose de nuevo el aroma del otro.

— Mi príncipe... Austria, por fin tu... ¡Creí que...! —No podía unir sus palabras, ninguna podía hacerle saber lo mucho que le había hecho falta. El europeo soltó una risita, llevando sus manos hacia las mejillas del tricolor para limpiar las lágrimas.

— Lo sé. Tranquilo, e-estamos aquí. Este no es un sueño ya, por fin estamos aquí.

Aún llorando y compartiéndose unas palabras sin completar y más abrazos, Francia los observaba desde afuera con una pequeña sonrisa. Esos dos habían estado hechos para vivir juntos, atravesar sus problemas y encontrarse de nuevo las veces que fueran necesarias. Decidió irse hacia la planta baja, dándoles privacidad. Sabía que quizá tardarían un rato en asimilar que ya no estaban dormidos, que era la vida real por fin.

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||° ¿Huelen eso? Huele a que este libro ya se va a acabar uvu <3 quizá le queda otro capítulo y ya jaja

Por fiiin mis dos niños ya están juntos, casi se nos muere uno pero está vivo ;) Y bueno, muchas gracias por leer a quienes siguen esta historia jaja como sabrán, tengo un libro de one-shots donde planeo escribir más sobre el ship, especialmente contenido del tipo suspenso. ¿Leyeron mi week AusMex, donde puse a Austria yandere en dos capítulos? Pues podría repetirse por allá, incluso darle más profundidad a esos dos capítulos. Pero en fin, ya se sabrá luego. ¡Nos vemos en la siguiente actualización, cuídense!


Quédate conmigo. [ México x Austria ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora