Capítulo 17.

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Japón corría de la cocina hacia la habitación lo más rápido que podía, remojando el trapo y llevándolo rápidamente hacia la frente de su padre. Imperio Japonés la detuvo antes de que volviera a salir corriendo, tomando su manita entre la suya mientras la menor lo miraba con desesperación.

—T-Tranquilo papá. Ya casi estás a salvo, déjame ir por más agua.

—Mi pequeña... Déjalo así. Sabes que esto podía pasar, siempre lo supimos. —Una violenta tos salió de la garganta del hombre, asustando a la menor. —Hazme un favor...

Aunque Japón no quería admitirlo, sorbió por la nariz y asintió. Imperio sonrió y le acarició suavemente la cabeza, susurrando su petición después.

Aceptó la Declaración de Potsdam*, sabía que no podría soportar un ataque más que amenazaba con ser "destructor total". Y menos sabiéndose perdido completamente, no permitiría por ningún motivo que su pequeña hija tuviera que lidiar con una guerra en la que ella ni siquiera se había dado cuenta que estaba entrando cuando todo comenzó. Sabía también que ya no podría siquiera firmarla, así que pasó su poder a Japón, su descendiente directa.

Entre lágrimas, se despidieron y Japón estrechó la mano de su padre hasta que este finalmente soltó su último suspiro, sorprendentemente yéndose en paz. La japonesa ya había notificado la aceptación de dicha declaración, solo hacía falta esperar. Una firma y, oficialmente, se habrían rendido ante los Aliados. Esto llegó a oídos de Reich, quien ya ni siquiera salía de su estudio desde la muerte del japonés.

Los Aliados habían decidido acabar con todo de una vez, solo quedaba el alemán y algunos soldados a su servicio de los territorios que aún no lograban salir de su cautiverio.

—Creo que deberíamos ir hacía allá, esta guerra ya duró demasiado. —Opinó el brasileño.

—Ustedes todavía no están recuperados del todo. —Brasil miró a USA, tenía razón pero tampoco quería quedarse de brazos cruzados. —Iré yo.

— ¿Solo? No. Iré contigo. —Dijo el gran rojo, ambos se miraron fijamente. Usa ya ni siquiera podía mirarlo por bastante tiempo sin avergonzarse, no entendía lo que pasaba con él.

— ¿Haciendo planes sin mi?

Todos giraron hacia la puerta, encontrándose con el mexicano. El estadounidense fue el primero en acercarse, revisándolo de arriba hacia abajo.

— ¿Cómo te sientes?

—Mejor, quiero ir con ustedes. — México pudo notar la duda en su amigo, a pesar de que llevaba esos lentes oscuros, sabía que habría duda. Le tomó del brazo y lo acercó a él para así poder susurrarle. —Por favor, USA. Te lo pido, déjame ir con ustedes. Esto es aún una guerra, aunque los soldados estén heridos tienen que seguir avanzando. No me dejes como un débil.

El anglosajón sabía que eso era verdad, pero también sabía que una de las principales razones del querer ir era Austria.Solo los territorios del alemán hacían falta de buscar para poder encontrar a ese europeo que tenía tan enamorado a su vecino. Asintió y se giró hacia los demás.

—México vendrá con nosotros.

—Entonces, les daremos apoyo desde aquí. Francia ya está muy débil, no podría ir. —Dijo UK, el americano asintió y Brasil sacó de nuevo el mapa, comenzando a trazar rutas con los presentes.

Esa misma noche, el grupo de Urss, Usa y México se alistaron para salir junto a sus soldados y algunos soldados de los demás countrys que estaban de su bando. El mexicano se colocó su casco de aviador, listo para subir a su avión pero un ligero jalón de camiseta le hizo girar, encontrándose con Ucrania.

Quédate conmigo. [ México x Austria ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora