Capítulo 19.

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México revisó la habitación, comenzaba a pensar que no habría nadie más en esa mansión. Salió y comenzó a avanzar, aún le faltaban al menos otras seis. Iba a entrar a la habitación más alejada de todas en un intento de sorprender a quien fuera que estuviera escondido, si es que lo estaba, cuando escuchó el sonido ensordecedor de un disparo. Paró en seco, eso había sonado en ese mismo pasillo donde estaba.

Rápidamente se dirigió a la habitación de donde había surgido, abrió lentamente la puerta empujándola con su cuerpo mientras apuntaba con el arma. Había varios papeles esparcidos en el suelo, se agachó para ver de cerca uno de ellos, su alemán no era el mejor así que ver toda esa letra en tal idioma no le ayudó a resolver de qué trataría. Poco a poco se levantó y examinó más, la ventana estaba cerrada y las cortinas no dejaban que entrara ni un rayo de la luz de la luna. Se asomó por la misma, lo único visible era el jardín y algunos hombres muertos en este, tanto aliados como alemanes. Suspiró y siguió caminando por el cuarto hasta que su pie piso un charco. Extrañado, miró el rastro que dejaba y lo guiaba hacia detrás del escritorio de roble. Sus ojos se abrieron con sorpresa, retrocedió un paso y bajó el arma.

Ante él, de una forma escalofriantemente sangrienta, estaba el cuerpo inerte del nazi.

México por un momento pensó que su respiración se habría cortado, pero cuando por fin pudo reaccionar se dio cuenta de lo que había pasado. Third Reich estaba sentado, su espalda apoyada en el escritorio y juraba que quizá antes de morir habría tenido un porte firme y elegante, tal como siempre solía mostrarse. En su cabeza estaba la clara trayectoria de una bala que le había atravesado, dándole la rápida muerte.

— ¡Urss! ¡Usa!

Al no recibir respuesta salió del cuarto, volviendo a gritar los nombres de sus aliados para después entrar y mirar de nuevo el cuerpo del nazi. Ahora prestó más atención a los detalles que pasó por alto. En la mano del alemán había un arma. ¿Se disparó? ¿Él mismo terminó con su vida? ¿Por qué haría eso?

Escuchó varias pisadas presurosas acercarse y de pronto ambos hombres en la puerta, que se acercaron al mexicano, sorprendiéndose tanto como él.

—What the hell...?

—Creo que él mismo lo hizo. —señaló el arma y los otros dos se tensaron.

Jamás pudieron comprender al alemán, ese simple acto era bastante confuso. ¿Lo hizo para darle fin a la guerra, sin darles el gusto de rendirse ante ellos frente a frente? ¿Por qué lo hizo? Bueno, sus razones eran algo que ya nadie sabría.

—Entonces... ¿esto significa que todo acabó? —Preguntó el comunista.

USA lo miró, no tenía una respuesta para eso, todavía seguía siendo algo irreal en la mente de ellos tres y no sabían ni siquiera que estaba pasando.

—Sí... —El americano miró el cuerpo nuevamente como si eso le volviera a comprobar lo que pasaba. —Acabó.

Con un sabor extraño en sus bocas, salieron de la habitación, encontrándose con dos niños abrazados y sentados en el pasillo.

—Son sus hijos. —Explicó el soviético, corrigiéndose casi enseguida. —Bueno, lo eran.

— ¿Qué vamos a hacer con ellos? —Preguntó el mexicano, mirando que ambos temblaban ligeramente. — ¿Qué les hiciste, rojo?

—No les hice nada. Cuando los encontré ya estaban así, pero no han dejado de temblar.

—Vamos a llevarlos con nosotros por ahora, ya veremos qué hacemos con ellos. —dijo el estadounidense.

Quédate conmigo. [ México x Austria ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora