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Júpiter estaba bastante sonriente detrás de su hirsuto bigote, y con las manos en los bolsillos, el cuerpo ligeramente inclinado hacia adelante y los hombros caídos, su actitud preferida, hablar en italiano con sus colegas. 

La sonrisa es rara en él. Su rostro y su expresión habituales, taciturnos, le dan más bien el aspecto de una persona preocupada por naturaleza. 

—Luca... Dime todo lo que sepas del círculo.

—Sí, pero debes saber que la información tiene un costo. 

Si pondría su trasero en riesgo al menos que valiera la pena. 

Luca Di Marco camina delante de él, con sus guardaespaldas detrás. Chasquea los dedos y le traen una carpeta abultada. 

Su nerviosismo aumenta cuando Júpiter frunce el ceño al pasar la vista por cada hoja. 

—Sé que confías en él. Pero su hijo se ha metido en mis asuntos, es de vital importancia que nos deshagamos de él. —sisea Luca.

Júpiter oye atento y cierra la carpeta mirándo a Di Marco a los ojos. 

Se pone de pie sin decir una palabra y comienza a caminar hacia la salida. Pero antes de salir vuelve su cabeza para decir adiós a Luca. 

—No me encargo de la basura de los demás. —dicho esto se retiró de allí.

Luca se queda estupefacto de pie maldiciendo y ordenando a dos de sus hombres que lo siguieran. 

—Maldita sea. —murmuró para sus adentros. 

Lo último que necesitaba era un aliado menos, o peor aún. A Júpiter Bianco en su contra.
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El amplio terrreno se extendía delante de ellas, el yet privado al final de la pista, el viento pega en la falda floreada contra sus piernas. Con el aliento un poco entrecortado, Minerva se vuelve para ver si vislumbra todavía a su hermana y su amiga tras ella. 

Sonríe al ver a Venus comerse los cabellos a cada ráfaga.

Este viaje que harán es una misión en ayuda a Alessia que no dejó de persuadirlos desde que les comentó la idea. 

—Serán unas buenas vacaciones. —no deja de repetir Venus emocionada. 

—Serán seis semanas de trabajo Venus, compórtate profesionalmente. —la regaña Minerva. 

—Seis semanas de sol, de mar, de libertad, de descubrimientos, con desconocidos, a un país desconocido. — contesta aún sonriente. 

—No puedo refutar nada contra eso. —ríe Alessia cuando ya están dentro del lujoso Yet y les sirve champagne fino. 

—Mamá fue muy específica con sus instrucciones. —"No vuelvan tarde", "Cuidado con los chicos" "No hablen con desconocidos por la calle". —imitó la voz de su madre haciendo comilla con sus dedos. 

—Es que iremos a Arabia, entiéndela. —susurra Alessia mirando por la ventana. 

Tenía razón. Su madre siempre había sido severa y puntillosa sobre la educación de sus hijas. 

—Repasemos todo una vez más por favor. Ahora están trabajando para mi y no quiero desprolijidades. —susurró Alessia limpiando sus labios elegantemente mientras la joyería cara en su mano sonaba con cada movimiento. 

Minerva y Venus se atoraron con la bebida y comenzaron a toser a la vez mirándo a Alessia confundidas. 

—¿Escuché bien? —preguntó Venus enarcando una ceja. 

La Rosa AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora