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Marcel hizo señas a uno de sus empleados que se acercó solemnemente a él. 

—Café expreso, por favor —ordenó.— Dos.

—Yo no quiero nada.

—Detesto tomar café solo —dijo para tranquilizarla, mientras la secretaria recogía los papeles del escritorio— Y siempre puedes dar pequeños sorbos, fingiendo que me prestas atención. Si no te sientes cómoda, un buen café podría animarte.

—Estoy bien. —Bajo la mesa tomó un bolígrafo y lo escondió por si acaso. Había aprendido a no fiarse de nadie.

—Pareces triste. 

—Vine a hablar por negocios, Marcel. —lo cortó Adara en un tono frío.— Pero no sé que buscas tú.

—Un poco de café, un poco de charla. Desarrollé el don para hablar desde niño. ¿Sabes? Y jamás he podido deshacerme de él. Gracias, Graciela. —dijo cuando la secretaria colocó una canasta de masas dulces entre ambos—. Veo que tú tienes algunas dificultades para socializar. Puedo ayudarte, soy muy parlanchin.

—No me gusta hablar de tonterías.

—Pues para tu desgracia, a mi sí. —Le pasó una masa dulce—. ¿Qué te parece si para comenzar esta charla te cuento que sea cual sea tu oferta diré que si?

—Qué bien. —como tenía la masa en la mano, le dió un mordisco.— He escuchado maravillas de ti.

Al escuchar eso, Marcel murmuró entre dientes y luego frunció el ceño al ver la tasa de café que le había puesto su secretaria justo bajo la nariz. Adara tuvo que fingir una sonrisa. 

Diablos, esta muchacha sí que ofrecía resistencia. 

—Tu sí que sabes hacer negocios guapa. Halagarme es una buena estrategia. ¿También te dijeron que tengo el hábito de comer? —se levantó de su asiento y la invitó a imitarlo y seguirlo fuera de la oficina sin haber probado el café.

Adara puso mala cara pero no le quedó más remedio. 

—Hay un restaurante cerca de aquí. —prosiguió.

—No tengo hambre. 

Marcel resopló y la detuvo fuera del edificio, cerca de su auto. 

—Natasha ¿Cómo ha dado conmigo? ¿Eres policía? —su voz sonaba algo tensa mientras la tomaba de la muñeca.

Adara se soltó de su agarre y lo miró desafiante.

—No soy policía. Pero sí necesito de un informante y creí que podías ayudarme. Dicen que eres un magnate muy reconocido, debes tener contactos, información. 

—Al grano. —gruñó apoyándose en el capó de su auto. 

Adara se acercó con pasos firmes y puso una mano sobre su pecho con su rostro cerca de su cuello. 

—Estoy buscando información sobre algo que llaman "El círculo de la mafia" —susurró en su oído rozando sus labios con la piel de su oreja y Marcel se estremeció sin apartarse. 

Adara sonrió triunfal, solo debía seducirlo un poco más.

—¿Por qué tendría yo información sobre la mafia? —soltó de repente alejándose de ella. 

—Porque ningún empresario tan exitoso, es del todo honesto. Todos caen en la corrupción, tarde o temprano. —murmuró ella y sacó una tarjeta de su bolsillo entregándosela en la mano— Mira, la paga es buena. La información ni siquiera es para mi. Debo quitarme unos tipos de encima y si consigues algo y me dices te daré parte de mi paga, lo prometo. 

La Rosa AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora