012.

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Adara

Vladimir conducía como un loco y yo rogaba que pronto pudiésemos llegar.

Al ver que me aferraba a mi asiento suelta una carcajada y niega divertido.

—Una asesina que tiene miedo a morir en un accidente de auto, irónico. —murmura divertido.

—Solo cállate y conduce. Y en lo posible que sea hoy y lleguemos vivos.

—Si tanto te molesta mi manera de conducir ¿Por qué me trajiste a mí y no al ken?. —pregunta fingiendo estar ofendido mientras sacude su cabello azabache. 

—Ana y Brian necesitan privacidad hermano. Al menos uno de nosotros tres debería tener un lindo futuro. Familia, hijos y esas cosas cursis que me dan asco. —ruedo los ojos y hago una mueca de querer vomitar lo que lo hace sonreír aún más. 

—Uno de nosotros lo tuvo, y ya viste cómo terminó. Estamos malditos, Ada, nunca tendremos una vida tranquila y normal. —sus palabras me hieren. 

Fue mi culpa que nuestra hermana muriera, sé que no me dice esto para herirme, pero aun así duele. 

Mi silencio lo hace darse cuenta de la incomodidad y carraspea su garganta mientras me mira de reojo. 

—Brian es buen chico. Pero Ana está muy desorientada. ¿No te diste cuenta? —me giro hacia él entrecerrando mis ojos— Claro que no te diste cuenta. —vuelve a hablar y suspira decepcionado— Ella está buscando a nuestra madre. 

Abro mi boca para responder, pero no sé bien qué decir. Ahora mismo no me lo puedo creer, tiene que ser una jodida broma.

—¿Desde cuándo? —suelto el aire que estaba conteniendo mientras hago en puño mis manos. 

—Desde que Darya murió. —arrastra las palabras, como si pronunciar su nombre le quemara, y lo entiendo perfectamente. Darya, es una herida que jamás sanará.

Estaciona frente a un bar y bajo del auto azotando la puerta con molestia. Camino hacia él mirándolo con expresión aburrida. 

—¿Por qué no me dijo nada? —camino dando vueltas en mi lugar y él se recuesta sobre el capot cruzándose de brazos—¿Por qué tú no me hablaste de esto? ¿Acaso le sugeriste que es una muy mala idea? —mi voz sale más chillona cuando ante la última pregunta empujo su pecho y él suspira rodando sus ojos. 

Sujeta mis hombros con fuerza sin hacerme daño, y yo frunzo el ceño cuando me escudriña con sus pálidos ojos azules. 

—Muchas preguntas. —me sonríe de lado y levanta los dedos comenzando a enumerar sus respuestas como todo un engreído—  A) probablemente porque tú no nos hablaste en meses, B) porque no era mi asunto y c) Es Ivanov, es terca por naturaleza, hermanita.

—Odio tu sarcasmo. En serio. —resoplo y él me abraza mientras caminamos hasta el bar.

—Ya, a lo que vinimos. Concéntrate. —me regaña y yo golpeo su hombro al entrar.

Poca luz, música suave y varias personas bebiendo y charlando. El lugar es inmenso, con una pista de baile.

—En la barra. —murmura Dimir señalando a la rubia que está bebiendo sola sentada en un taburete.

—Hola, guapa. —susurro sentandome a su lado tirando mi cabello hacia atrás.

Acaricia la copa que tiene entre sus dedos y me mira de soslayo.

—¿Y tú quien eres? —pregunta y mira con especial atención a mi hermano que se sienta a su otro lado y le guiña un ojo.

Maldito egocéntrico.

La Rosa AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora