Pequeña Lucy

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LENA


—¡Tía, Lía, estoy en casa!

—En la cocina cariño. —entre a la cocina y deje un beso en su mejilla. Ella estaba entretenida cortando algunas verduras.

—Tengo mucho que contarte. —abrí la nevera y saque el jugo, pero antes de que pudiera tomar directamente de la jarra, tia Lía me lo impidió, me dio un vaso y negó con la cabeza. —lo siento.

—Cuéntame.

—Conocí a una chica. —ella detuvo sus movimientos y me observo con curiosidad. —no se trata de eso. —agregue al ver la confusión en su rostro. —es nueva en la facultad, parece buena persona.

—Lena...

—Quiero ayudarla.

—¿Con qué?

—No sonríe. —me causo tristeza recordad su mirada seria.

—Cielo, no quiero que te metas en problemas.

—¿Por qué lo haría? Solo quiero ayudarla.

—¿A sonreír?

—Pues claro. —se limpio las manos, rodeo la isla y se sentó frente a mí.

—Cielo, no a todas las personas les gusta... —guardó silencio pensativa, fruncí el ceño y ella tomo mis manos.

—¿Sonreír? —tía hizo una mueca. —pues deberían, todas las personas deberían sonreír mucho.

—¿Recuerdas lo que hemos hablado sobre las personas?

—Sí, lo recuerdo, no todos pueden entender mi forma de ser.

—Tú eres la persona más maravillosa que cualquiera puede conocer, pero no todos se dan la oportunidad de verlo. —sonreí, ella siempre tenía palabras amables para mí.

—Te prometo que no me meteré en problemas.

—Está bien. —yo sabía que no estaba segura, pero decidió dejarlo. —¿Verás a Lucy hoy?

—Sí, no puedo faltar o se pondrá triste.

—Entiendo, te pondré algunas cosas para que se las lleves a la madre Ana.

—Está bien, ti. —tome una manzana y corrí a mi habitación.

—¡En un rato estará la comida!

—¡Bien! —grite cerrando la puerta de mi habitación. —¡Hola, mami, papi! —tome el retrato con su foto y deje un beso. Me deshice de mis libros y me senté frente a la computadora. Necesitaba avanzar con mis trabajos si quería salir sin preocuparme por el tiempo.

Unas horas más tarde salí de casa muy entusiasmada, sabía que vería a la pequeña Lucy y eso me ponía muy feliz. Lucy es una pequeña de cinco años que vive en un convento con la madre Ana, ella al igual que yo perdió a sus padres muy pequeña, la diferencia era que yo tenía a tía Lía y ella se había quedado sin familia, al igual que otros pequeños que vivían en el convento. Todos me agradaban, eran unos pequeños muy lindos, pero Lucy era diferente, desde que nos conocimos, ella y yo nos volvimos muy unidas. Salí del auto y tome las cosas que tía había mandado.

—¡Querida, estás aquí! —exclamó la madre Ana, siempre me saludaba como si me dejara de ver por mucho tiempo.

—Hola, madre. —sonriente acepte el abrazo que me dio. —¿Cómo ha estado?

—Muy bien, gracias a Dios muy bien. —sonreí asintiendo.

—Tía Lía, lamenta no poder venir, pero les ha mandado esto.

—Agradécele por todos nosotros. —asentí sonriendo, asome la cabeza buscando a Lucy. —está en el jardín, creo que le hará bien tenerte aquí.

—Gracias, madre. —ella sonrió, camine hasta el jardín y a lo lejos vi a Lucy, me extrañó verla sola, ella era una pequeña muy alegre y juguetona, siempre que venía estaba riendo y jugando con los demás pequeños. —hola, pequeña.

—¡Lenita! —exclamó con euforia, movió su manita en el aire y en cuanto sintió mis manos, se arrojó a mis brazos. —te he extrañando.

—Y yo a ti, pequeña. —la levante en mis brazos y camine hasta la fuente, me senté con ella en mi regazo. —¿Qué pasa? —cuestione al verla pensativa, no contesto, tome su pequeño rostro y lo levante para ver sus lindos ojos, que aunque no tenían la luz que necesitaban para ver, tenían una ternura infinita. —Lucy.

—Tuve una pesadilla. —sonreí acomodándola en mis piernas.

—¿Quieres contarme? —ella lo pensó un poco y asintió.

—Soñé que tú te ibas, que conocías a alguien más y te olvidabas de mí. —no pude evitar sonreír, los pucheros en su rostro me hicieron sentir mucha ternura.

—Pequeña, solo fue una pesadilla, yo no...

—¿No te irás?

—Claro que no.

—¿No conocerás a alguien más y me dejarás de querer?

—Bueno, conocí a alguien. —recordé a Kara, ella bajo el rostro. —pero no dejare de quererte por eso. —Lucy levantó el rostro, sus gestos eran de curiosidad. —es una chica que no sonríe, parece que anda enojada todo el tiempo.

—¿Cómo la hermana Adela cuando le quitamos galletas? —sonreí al recordar a la hermana, era cierto, ella siempre hacía corajes cuando los pequeños se escabullían a la cocina por galletas, pero en su defensa, sus galletas eran las mejores. Y sabíamos que aunque la hermana Adela tenía un carácter fuerte, en el fondo adoraba a los niños.

—Exacto, como la hermana Adela. —Lucy hizo una mueca, no estaba convencida con mi explicación. —yo quiero ayudarla a sonreír y tú podrías ayudarme.

—¿Yo?

—Pues claro, sé que entre tú y yo podríamos hacer que ella se vuelva una persona alegre.

—¡Sí, sería como un reto! —Lucy bajó de mi regazo, su rostro había cambiado, estaba muy alegre y entusiasmada. —ya quiero conocerla. ¿Cómo se llama?

—Kara, se llama. Kara Danver.
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¿Qué tanto podrá ayudar la pequeña Lucy a Lena? 👀☺️🤭

Corazón Bipolar SUPERCORPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora