Capítulo 1

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César Brito miraba el viejo edificio que se levantaba delante de él, su hoja de asignación estaba en su mano temblorosa, mientras su mente no por primera vez divagaba en cuestionarse cómo había podido llegar hasta ese punto. Su mirada se movió entre el descolorido lugar, el jardín lleno de maleza y basura, la chatarra acumulada en un rincón y el desvencijado letrero al que nadie la daría una segunda mirada. Con un suspiro cansado decidió caminar hasta el interior, mientras seguía cuestionándose por qué le había sido asignado la casa hogar, mientras sus compañeros habían sido asignados a pintar los bancos de las calles, a recolectar basura y hubo a quien le tocó ser asignado a algún viejecito para hacerle sus compras y comprobarlo regularmente durante el día.

El oscuro pasillo olía a humedad, y lejanos llantos se escuchaban en el interior, esto iba a ser una locura, César esperaba estar a la altura y de esa manera saldar su deuda con la sociedad, una deuda por estupidez de la que siempre se arrepentiría. Pero estaba agradecido de que Yelaím Wodik lo visitara regularmente, sin condena alguna en sus palabras, sino era como un amigo visitando a otro, hasta le llevaba pastelitos de la elegante cafetería en donde ambos trabajaban. Brandon Swarts se mostraba hostil, y lo entendía, si él hubiera estado en su lugar hubiera hecho cosas peores que lanzar miradas asesinas como hacía el enorme oso, y ahora con el peso de sus actos, se dio cuenta de que no estaba enamorado de Brandon, solo fue un estúpido encaprichamiento que fue murmurado y había caído en los oídos equivocados. Por ahora estaba agradecido, su lugar en la universidad estaba intacto, podría titularse pronto y su trabajo lo esperaba. Era mucho más de lo que podía pedir. Gracia su madrastra lo visitó y cuidó todo ese tiempo, y al recordar su rostro cansado y envejecido, su corazón dolió, pero todo eso cambiaría, esta era una nueva oportunidad, tal como había declarado el viejo juez.

Finalmente encontró la puerta del director de la casa hogar, a César le llamó la atención de que, en el lugar, no hubiera personal cuidando la entrada de extraños, algo así como una recepción, después de todo era un lugar en donde había cachorros pequeños. César tocó suavemente la puerta, y esperó unos minutos antes de que esta se abriera y dejara ver a una mujer anciana con el cabello canoso y despeinado, las bolsas en sus ojos delataban el cansancio y el estrés.

-En que puedo ayudarte muchacho, la voz todavía sonaba más cansada de lo que debería.

César extendió la hoja de asignación, que la mujer tomó con cierto cansancio al tiempo que abrió la puerta, -Pasa muchacho, una rápida leída y levantó la mirada, -así que eres nuestro voluntario, -César aspiró, era un hábito de todo cambiaformas para identificar su alrededor, y rápido reconoció que la pequeña mujer era una paloma, raro, pero no tanto.

La mujer sonrió de forma esperanzadora, -por un momento pensé que podrías ser algún muchacho de otra casa que era erróneamente enviado aquí para que te demos asilo, pareces bastante joven. -La mujer se dirigió a un viejo escritorio, rápidamente César hizo un escaneo a la desvencijada oficina que tal vez en unos buenos treinta años no había visto mejora alguna.

-Me llamo Columba, Columba Castro, -la mujer sonrió y eso le hizo parecer de forma asombrosa más joven, -mis padres eran unos bromistas y cada uno de mis hermanos tenemos nombres que nos recuerdan quienes somos.

-Yo soy César, César Brito, -para esa hora el joven lobo se sentía demasiado nervioso, como si tuviera temor de ser juzgado y clasificado como el tipo promiscuo, revoltoso y problemático, pero la mujer sonrió amable mientras guardaba la hoja que César le había entregado.

-Bien joven Brito, qué te parece si vamos a dar una vuelta para que te muestre el lugar, necesitamos manos y hoy estamos faltos de personal, -Columba caminó por delante, actuando como si el expediente que le había dado César no fuera algo para alarmarse, por el universo que ahí decía asociación delictuosa, secuestro, intento de homicidio, agresión.

Maestro de un loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora