Capítulo 9

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Si alguien le hubiera dicho a Khalé Renning que se estaría proponiendo de la manera más extraña, no lo hubiera creído, pero ahí estaba, en su oficina, rodeado de sus amigos y de un distante César que no se sentó en el mismo lugar que los demás, sino en el pequeño escritorio que a veces ocupaba Alana. Eso molestó al alfa, pero comprendía que el joven lobo no se sentía en confianza para ocupar el lugar, después de todo solo era un asistente, cuidador, y solo el universo sabía que más.

Pero ahí estaba, diciendo a sus amigos que César era su mundo, era su ser importante, mientras el joven lobo lo miraba como si Khalé estuviera loco, eso partió el corazón de Khalé, no por el temor a la negativa de César, pues si este se negaba, no tendría reparos en convencerle, sino porque la realidad era que el lobo se creía inferior, indigno de ser amado.

Khalé extendió su mano no seguro de si el joven lobo la tomaría, pero el alma le regresó al cuerpo cuando los largos y delgados dedos se enredaron en los suyos, al principio estaban fríos, pero ya después resultaron cálidos y confiados.

—¿Nos vamos?, Khalé jaló un poquito a César quien obediente le siguió, como Khalé sabía, las oficinas estaban vacías y detrás de ellos resonaban los pasados de los masivos guardaespaldas que en silencio le seguían.

—¿A quién quieres visitar primero César, a Gracia o a mi madre?, —Khalé guío a su prometido por el camino hasta llegar al estacionamiento vacío, los guardaespaldas comprobaron que el área estuviera vacía y fuera segura, eso tomó unos minutos, y después Khalé señaló con la mano su lujoso auto, los guardaespaldas se subieron delante y Khalé y César como pasajeros, detrás.

—Creo que a mí madre, es tarde y debe estar preocupada, Khalé recordó que al muchacho no se le podía localizar fácilmente por no tener teléfono móvil.

—Mientras te consigo un celular, usa el que te acabo de dar, o el de la oficina o mí móvil César. No hay razón para no avisarle. —Khalé no soltaba la mano de César. Este lo miraba con aquellos atormentados y azules ojos.

—No tienes que conseguirme un móvil, no tengo a muchas personas para llamar, no tengo redes sociales y no tengo aplicaciones que necesite revisar.

Khalé acarició suavemente los nudillos del joven, fascinado por lo tersos que eran a pesar de algunas cicatrices. —Serás el esposo del alfa, César, ya no serás un tipo común, además seremos padres, necesitarás el número del pediatra para los cachorros, el número de algún hospital competente, el número de escuelas, —el guiño del alfa pretendía ser divertido, pero para César resultó un espectáculo seductor.

Aclarando su garganta César respondió lo más ecuánime posible, —creo que tienes razón, no había pensado en todo eso, —el suspiro de César preocupó a Khalé.

—¿Pasa algo malo?, —Khalé hubiera dado todo para no hacer esa pregunta, porque tal vez la respuesta sería que César ya no estaba seguro del paso que estaba dando, que tal vez por la presión de sus amigos, es que se había visto obligado a aceptar la propuesta de matrimonio. Eso le provocó náuseas a Khalé, pero él no era de los que se quedaban con dudas,

En negativa César meneó la cabeza, —solo no creo ser lo mejor para usted, no sé lo que se espera de mí, que no tengo grandes expectativas y que solo ha sido un dolor de muelas.

Khalé le miraba intensamente, —sé que es abrumador, sé que no es exactamente un lugar fácil, pero primero quiero saber algo, —Khalé observó que César le miraba atento, esperando la pregunta.

—¿Crees poder enamorarte de mí?, —Khalé esperaba la respuesta correcta, él con sus años, ya había tenido su cuota de seres que se enamoraron del título o de la posición, gracias, o de su apariencia, de la cual estaba muy consciente.

Maestro de un loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora