Capítulo 11

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—No, no, ese color no le queda a Toby, por favor hay que cambiarlo por el azul marino y su cabellito no llevará ningún producto, ¡Es solo un cachorro, por favor! —Yelaím daba órdenes de forma dramática, se veía agotado y tan solo eran las ocho de la mañana, la celebración ser llevaría a cabo al medio día, todo sería rápido para evitar disturbios mayores.

—Por favor Yelaím, yo vestiré a mis hijos, ve a ayudar a mi madre y a Danira, —César tenía suficiente, nadie gritaría delante de sus críos.

Yelaím miró sorprendido a César quien rara vez se imponía o levantaba la voz, era como si la paternidad le diera un motivo para hacer cosas que en otro momento no haría. Los cachorros por instinto se pegaron a él, y César los rodeó con sus brazos, transmitiendo seguridad, eso los calmó instantáneamente.

—Um, disculpen pequeños, Yelaím y la joven que le ayudaba salieron para ayudar tal como había sugerido César, y este de inmediato tomó su lugar de padre.

—A ver, Toby, recoge tus juguetes, Lando ese pijama debe ser doblada, —Froilán hizo ruiditos y extendió sus bracitos desde la cuna al ver a su padre y este gustoso lo tomó en brazos.

—Papá, tengo hambre, —Toby estaba de muy mal humor, —César sonrió, su amigo Yelaím tenía mucho que aprender sobre niños, pero su pecho se infló al grado de creer que un enorme globo aerostático crecería en él, Toby y Lando le llamaban papá, ellos, esos cachorros adoptaron a César, no fue al revés y eso le hizo estallar de felicidad, su garganta ardía, esa palabra era todo para César y llevaba el peso del mundo en esas cuatro letras.

—Vamos chicos, terminen e iremos a desayunar, el tío Yel no sabe de niños, desayunemos, les ayudo a lavarse y empezamos a preparamos, ¿les parece?

Los pequeños se apuraron en obedecer, —¿ya despertó papá?, —Sí, César sabía que era el mejor día de su vida no porque se celebraba una unión, no por la estrategia política, sino porque había ganado el corazón de esos chicos.

Aclarando su garganta y ajustando a Froilán en su cadera, César caminó con ellos por el pasillo, —no ha despertado, regresó en la madrugada y ahora duerme.

Danira y Gracia estaban en la cocina sentadas tranquilamente tomando café, y sonrieron cuando los chicos y César entraron a la cocina, ellos tan felices corrieron a abrazarlas, y cada uno plantó un beso en ella, llamándolas abuelas, las cambiaformas miraron con los ojos empañados a César.

Danira suspiró para mantener a raya las lágrimas, —¿Quién quiere hot cakes con mermelada de fresa?, Preguntó Danira animada y funcionó, los chicos se emocionaron y obedientes se sentaron mientras César colocaba a Froilán en su sillita alta. Definitivamente haber ayudado a hacer las compras para los niños había sido un acierto.

—¿En dónde están Yelaím y su ayudante?, —César no veía por ningún lado a su amigo. Danira movió la mano distraída como si espantara una mosca.

—Tuve que enviarlo para que se cerciore de que los manteles y servilletas fueran del mismo color y para que revise que el menú sea correcto.

César sonrió, definitivamente Yelaím no tardaría en darse cuenta de que fue despedido para que la familia Renning pudiera tener un poco de tranquilidad y privacidad, pero al joven lobo no podía importarle mucho.

—Mmmm, huele delicioso, una vez más Khalé Renning aparecía en la cocina, viéndose comestible y malditamente sexi con el pelo desprolijo y un pijama elegante.

Los chicos se levantaron y le abrazaron y Khalé era todo orgullo y risas cuando le llamaron papá, mirando a César preguntando con la mirada si él había tenido algo que ver con que los chicos le llamarán de esa forma, César negó silenciosamente con la cabeza y el alfa sonrió más amplió, sus cachorros lo habían adoptado y se sentía malditamente espectacular.

Maestro de un loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora