Capítulo 5

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César sonreía levemente al escuchar el parloteo de Yelaím mientras pintaban la última recámara, la casa ahora tenía una vista muy bonita, parecía cuidada, y César se había endeudado notablemente, pero valía la pena con tal de ver el rostro de su madre rebosante de felicidad al ver cumplidos sus pequeños caprichos que ella mantuvo guardados porque nunca había suficiente dinero. Las lámparas de jardín, y los bonitos maceteros eran las indulgencias que se permitieron, así como el pequeño buzón con la figura de un lobo incrustada, y la mecedora en donde Gracia tejía por las tardes mientras saludaba al vecindario.

Esos pequeños cambios le devolvieron a la dulce mujer unos diez años de su vida, se veía más joven, más bonita, y hablaba de futuros felices y de lo orgullosa que se sentía de su cachorro, al cual presumía. Su humilde empleo les alcanzaba, y César se sentía agradecido con el pequeño apoyo que le prestaba el estado, pero quería, o más bien necesitaba un empleo para poder pagar las deudas que podrían hacerle mella en su economía y no quería ser una carga para su madre, y no había retomado su trabajo en el restaurante de Altaír Dunhil por causa de su servicio comunitario.

—Es impresionante como has dejado de bonita la casa de tu madre, —Yelaím infalible llamaba o visitaba a César para saber de su día, eso enternecía al lobo, no porque no hubiera tenido en el pasado gente que se preocupaba genuinamente por él, sino por la tenacidad de Yelaím que paciente soportó su rechazo y su actitud amargada, hasta que el venado le aclaró como se sentía.

—No lo hubiera logrado sin tu ayuda Yel, —César retocaba una esquina del cuarto de su madre, el color lavanda era muy bonito y las molduras rosas le daban un aire muy femenino que hacía un hermoso juego con el viejo tocador recién pintado de gris, al igual que la puerta.

Yelaím dejó de pintar para mirar severamente a César, —¿bromeas?, todo esto es trabajo tuyo, tú hiciste la parte más pesada, yo solo soy una especie de mascota animadora, La sonrisa del joven venado era deslumbrante y divertida.

—No puedo permitir que salgas herido a menos de un mes de tu boda, —César siguió pintando.

—Con respecto a eso, Yelaím miró severamente a su amigo, —irás a la boda como mi padrino, la voz de Yelaím era firme, —Brandon está de acuerdo.

César no creía ni un poco que Brandon estuviera de acuerdo, pero era algo que no discutiría sobre ese tema una vez más con su amigo.

—Sí de hecho, ya le dije a mamá, ella irá conmigo si está bien eso para ti, —César dejó la brocha y tomó el rodillo una vez más.

—Creo que será excelente, ustedes se sentaran con el alfa, él expresamente pidió eso, Yelaím movió una silla gris para poder acceder a la pared y seguir pintando, ajeno al conflicto de César al saber de la petición del alfa.

—¿Por qué el alfa pediría algo semejante?, —la voz de César sonaba llena de enojo, —¿acaso cree que yo podría causar algún problema?

Yelaím paró de pintar y miró severamente a su amigo, —sabes que el alfa no es así, él quiere ayudarte para que la comunidad no sea tan dura contigo como lo ha sido, así que vas a aceptar esa ayuda, y no vamos a generar más violencia.

César miró desafiante a su amigo, el joven lobo quería pelear, quería gritar que no necesitaba de la ayuda del alfa, que podía hacer frente a las miradas incrédulas y burlonas que lo seguían a todas partes, pero era mentira, el gorila firmaba todo papel relacionado con el estado y si no mantenía una relación de respeto, césar sabía que todo sería más complicado para él y, por consiguiente, para su madre, así que con un suspiro cansado asintió.

Cuando terminaron de pintar, limpiar y acomodar toda la recámara, era ya de noche, —me voy, Yelaím tomó su vieja mochila.

Gracia fue muy oportuna al llegar a casa, —hola Yelaím, hola hijo, veo que ya terminaron, las bolsas de compras que la loba llevaba las dejó asentadas en la mesa. —Quédate a cenar, es lo menos que puedo hacer, —dijo Gracia mientras sacaba víveres de marca económica y genérica, Yelaím sabía que César y su madre pasaban penurias económicas, que la comida no alcanzaba lo suficiente, pero esta vez no lo rechazaría.

Maestro de un loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora