[capítulo 11]

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Al salir del aeropuerto vio al chofer que China había mandado a recogerlo así que se acercó a él, intercambiaron un par de palabras y este le ayudó a subir su equipaje al auto.
El tráfico en Shanghai era menor que el de la última vez que estuvo ahí, así que el camino continuó sin complicaciones.

Al llegar a aquel edificio el chofer, Zhang, bajó su maleta y lo acompañó hasta el último piso, el apartamento del chino.

Tocó la puerta y a los pocos segundos es mayor abrió, ambos se dieron un cálido abrazo, convivir con el mexicano lo había hecho acostumbrarse a esas muestras de afecto.

—Bienvenido México, pasa por favor.

—Gracias China.— dijo entrando a aquel lujoso apartamento.

A diferencia del mexicano al chino le gustaba el lujo, la extravagancia. El era de los que pensaba, tiene diamantes? Entonces compralo, por más horrible que sea.
El apartamento era increíble, con dos plantas, techos altos y candelabros de cristal, con grandes ventanales con las mejores vistas de la ciudad.

—Dejame mostrarte tu habitación.— habló llamando la atención del menor.

El asiático lo guió a la segunda planta y le mostró el lugar donde dormiría. Era un cuarto espacioso con una cama queensize y baño propio.
Puso la maleta al pie de la cama y tocó suavemente la colcha de la cubría.
Miró disimuladamente al chino, se veía más pequeño y aunque siempre fue delgado está vez se marcaban más sus curvas que, estaba casi seguro, antes no se veían así.

—No me invitarás nada para tomar?— dijo soltando una risilla.

—E-eh? Lo lamento! Lo olvidé. Quieres un whisky, tengo vodka, tal vez quieras tequila...

—En realidad me refería a un té, pero no rechazaré un buen tequila.— sonrió acercándose al chino intimidándolo.

—Entonces acompáñame a la sala.— salió de la habitación siendo seguido por el alfa.

Los pensamientos de China eran un poco confusos. Había escuchado de otros countries que México era muy guapo, nunca lo negó, desde que lo conoció admitió su buen aspecto para sí mismo.
Quizás era por su nueva condición de omega pero ahora le parecía extremadamente atractivo. Tal vez era porque por instinto un omega se siente atraído por los alfas como lo era el mexicano, sólo sabía que el ligero aroma a tierra y tabaco que emanaba el menor le parecía extrañamente excitante y no lo entendía, su celo había pasado hace una semana, no debería sentirse así por un aroma tan leve.

Ya en la sala de estar ambos se sirvieron un poco de tequila antes de sentarse a conversar. El chino le cedió el sillón principal a su invitado y el se sentó en el sofá a su derecha.
La plática fue extensa pero el latino hablaba amenamente intentando mantener enganchado al anfitrión, conforme fue avanzando la charla el mexicano se dio la libertad de cambiar de asiento sentándose a un lado del asiático, acortando distancias y añadiendo calor a las palabra.

—Entonces que dices chinito?— preguntó suave pero con tono seguro y poderoso.

—Pues tendría que hablarlo con mi presidente.— el contrario mantenía su mirada baja, no quería decepcionar a su invitado con su respuesta —Pero hablaré con él! Dudo mucho que rechace tu oferta Mex.

—Sabía que podía contar contigo China.— dijo pasando un brazo sobre los hombros del otro.

El chino empezaba a sentirse incómodo, no es que no le gustase la cercanía del norteamericano, el problema es que le gustaba demasiado, eso era lo que lo incomodaba. Cómo alguien podía tener tanto control sobre él con un simple aroma. No quería ni imaginar cómo se intensificaría este durante el celo del alfa, seguramente no lo soportaría y provocaría su celo inmediatamente.

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