[capítulo 12]

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Al ruso siempre le había gustado México.

Desde que lo conoció cuando visitaba a su padre URSS se había enamorado profundamente de él. Este le ayudó cuando se convirtió en un país propiamente y solía divertirlo con sus anécdotas.
No mentiría, había imaginado cantidad de escenas eróticas junto con el latino, aunque en su mente él siempre era el activo. Ahora con sus nuevas condiciones de alfa y omega sabía que no podía ser así, tampoco es como que le molestara que el mayor tomara el control, sinceramente no le molestaría que aquel imponente alfa lo sometiese a su antojo.

Su padre le había enseñado a luchar por lo que quiere hasta conseguirlo, no importaba si tenía que arriesgar su vida o si debía utilizar métodos sucios para conseguirlo. Cuando Rusia decía que el mexicano sería suyo era porque el mexicano sería suyo.

.

Al llegar a lugar México entró como si de su propia casa se tratara, no sin antes dejar entrar a su amigo primero. Tantas veces había estado en ese recinto que ya lo veía como un segundo hogar.

Había empezado a llover de camino a casa, hacía frío y estaban mojados. Se quitaron los zapatos enlodados y los abrigos empapados por la lluvia.
Por suerte el interior de la casa era bastante cálido.
El ruso se veía muy tierno con su camisa blanca de manga larga, le quedaba bastante grande seguramente era de la ropa que usaba antes de ser omega. El mexicano sólo sonrió al verlo así.

Ambos se dirigieron a la oficina del menor, ahí era donde siempre se reunían a conversar, bebían, reían, se desahogaban cuando lo necesitaban.

—Que quieres de tomar, Mex?— preguntó el pequeño mientras el otro se sentaba en la pequeña sala.

—Sólo un poco de tu delicioso vodka— dijo simple.

Rusia no era malpensado, no lo era, a menos hasta que conoció al latino tricolor. Aunque no pudo evitar sonrojarse al escuchar lo que dijo su compañero con aquella gruesa voz, en su mente se formó una imagen sucia que borró de inmediato.

El omega sirvió dos vasos de aquel licor y le entregó el más lleno a su compañero. El primer paso de su plan de seducción era embriagarlo, sólo un poco, tampoco quería que olvidara todo lo que iban a hacer, quería que lo recordara.

—Y cómo has estado Rusia?— preguntó dando el primer trago.

—Pues... Bastante bien, lo único difícil fue el segundo celo pero, me las arreglé como pude.— recordó como fue su segundo celo, estaba tan ansioso que no podía dejar de gritar, tocarse no le bastaba, sin duda alguna sufrió esa vez. —Y tu, si tuviste tu primer celo, cierto?

—Eh? Ah si bueno... Si!— no quería decirle a su amigo que su celo lo había pasado con el chileno, al parecer el soviético no estaba enterado de los rumores que se decían de su persona.

—Si? Bueno, cuéntame como fue.— vio como su amigo dio un largo trago al vaso.

—Nada especial, nada que no pudiera arreglar yo solo.— mentía, no recordaba los detalles pero si recordaba esa sensación, sabía que si Chile no hubiera estado ahí se habría vuelto loco.

Por supuesto que el ruso no le creyó, puede que el celo de un omega y de un alfa sea muy diferente, pero no concebía la idea de que el celo del otro haya sido tan fácil de tolerar.
El imaginar que alguien se le había adelantado y lo había hecho con su alfa le hacía hervir la sangre y más si lo que había dicho el maldito capitalista en la junta era cierto. Él no creyó lo que este dijo, pero ahora tenía sus dudas.

—Entiendo... Entonces que hay de nuevo por América?

—Nada fuera de lo común. Últimas noticias: me peleé nuevamente con el gringo.— dijo a lo que el ruso sonrió.

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