Sonrió en respuesta a cuál fuera el tema de conversación que ella mantenía. No había estado prestando atención desde la última media hora (tal vez más, en realidad), y comenzaba a sentirse hastiado del aroma a flores que bien podían venir de ambientador o del perfume que su actual novia había puesto sobre ella en tal vez demasiada cantidad.
No que tuviese un problema real con ella, Itadori Yue era hermosa. Muy su tipo en todo caso. Pequeña, delicada e inteligente, tal vez un poco menos receptiva y sumisa de lo que le gustaría, pero, hasta hace una semana al menos, la mujer más interesante con la que había salido en meses. Sus citas eran buenas y el sexo satisfactorio, pero...
― ¿No te molesta, cierto? ― notaba el nerviosismo por la forma en que mordía su labio inferior, esperando una respuesta a la pregunta obviamente ignorada por el peliblanco.
― Por supuesto que no. ― Respondió. Si bien no tenía idea de qué hablaba, Satoru sabía manejarse muy bien en esas situaciones, ella misma le había dado la respuesta correcta. En sus labios pintados perfectamente de rojo observó la sonrisa que esperaba.
― ¡Gracias! He estado tan preocupada. Mi madre me informó apenas ayer que no podrá quedarse con ella y no quiero dejarlo solo.
Oh, así que era eso.
Le tomó un poco más de lo normal no demostrar el efecto de esa simple oración.
― Claro que no hay problema. La cabaña tiene el espacio suficiente para tres personas. ― contestó siguiendo, por fin, el hilo de la conversación. ― Yuuji-kun es bienvenido a venir con nosotros.
Ella estiró los brazos por la superficie de la mesa hasta que sus manos tomaron las suyas. Fuera, sobre las platicas suaves a su alrededor, se escuchaba el sonido de la lluvia contra los ventanales de vidrio que fungían como techo y le dejaban observar el cielo totalmente nublado.
― En verdad estoy muy agradecida. Yuuji no será ningún inconveniente en nuestros planes, lo prometo.
No era aquello lo que le preocupaba, y casi rio ante ello. Gojou regresó el gesto con naturalidad.
El problema, el gran pero en su relación con Itadori Yue no era precisamente ella, aunque ahora le resultase aburrida, sino él, su hijo: Itadori Yuuji.
Exactamente cuatro meses después de comenzar su noviazgo, Yue lo había invitado a cenar a su hogar. Una casa demasiado pequeña para alguien que estaba acostumbrado al innecesario pero satisfactorio lujo que el dinero otorgaba, pero que desprendía calidez que su propio departamento en el centro de Tokio no estaba ni cerca de albergar.
Gojou había entrado sin esperar más que una cena simple carente del gusto que solía consumir, y sexo en una cama incomoda. Y obtuvo la mitad de ello, al menos.
Ella sonreía nerviosa e intentaba complacerlo tanto como podía, tal vez consciente de la diferencia entre lo que podía ofrecer y lo que él estaba acostumbrado. Sus movimientos torpes le dieron gracia y soltó comentarios maliciosos disfrazados de gentileza para avergonzarla un poco más. Le gustaba, claro, pero él disfrutaba la sensación de saberse más que el resto, porque ciertamente lo era.
Sin embargo, a mitad de la velada, decidió darle un respiro. Entre la comida y el vino barato, Satoru planeó divertido los lugares en que se podría tener sexo en aquella casa e hizo alguno que otro comentario para darle entender su siguiente movimiento. Ella, como esperaba, respondió a las insinuaciones con fervor, dispuesta y cautivada.
Pero todo plan se vino abajo al sonido de las bisagras de la puerta.
Si bien sabía de la existencia del hijo de Yue, no era algo que rondaba por su cabeza o le interesara lo suficiente. Sabía que seguramente esa noche lo vería, si tenía suerte, unos minutos antes de que el niño mismo inventara una excusa para dejarlos solos y, si las cosas no iban bien y él decidía quedarse y arruinar su noche, siempre podía incomodarlo y aprovecharse de su carisma para hacer que ella lo hiciera a un lado.
Por ello había entrado con confianza, por ello, tal vez, el impacto de ver a Itadori Yuuji fue aún más devastador.
Él llegó vistiendo aun el uniforme escolar, con las mejillas y la punta de su nariz rojas por el viento frío de principio de diciembre. En su cabello alborotado, rosa por alguna razón, quedaban rastros de la llovizna inesperada de esa tarde; rastros de agua que bajan por su rostro hasta perderse en su cuello y que él no pudo evitar seguir con la vista.
Perdió la respiración por un momento, sin la capacidad de nada más allá que admirar al ser humano frente a él. El hijo de su novia era precioso, la representación física de todo lo que consideraba atractivo; como si estuviese hecho a su medida y gusto.
Pensó, por un momento, estar frente a la presencia de lo infinito, de lo imposible, del todo brillante y cálido que no sabía, hasta ese momento, que necesitaba.
El niño, sin embargo, pasó distraído a su mirada hambrienta y ofreció una disculpa suave con la voz más bonita que Satoru había escuchado nunca. Sin poder evitarlo, vino a él la excitante curiosidad de saber como sería esa misma voz bajo los efectos del placer.
Él sonrió y se presentó un tanto apenado, sonrojado, demasiado bonito para la estabilidad mental del peliblanco. Y luego se unió a ellos en la cena, y habló y sonrió y rio, y llenó el lugar de un ambiente diferente y cautivador.
De repente su atención se centró en él, en sus risas, en sus ojos ámbar y en los hoyuelos de sus mejillas al sonreír. Y la noche se le fue en suspiro de ansiedad y deseo.
Itadori Yuuji lucía como su karma personal: precioso y prohibido en más de un sentido.
― ¿Go-chan? ― la voz preocupada, aunque distante en su cabeza, logró sacarlo de sus recuerdos. Claro, seguía en una cita.
Intentó parecer tranquilo.
― No te preocupes, te aseguro que tener a Yuuji-kun con nosotros será entretenido.
• • • •
~ Satoru tiene 28 años, Yuuji 16 y la madre de Yuuji en este fic, tiene 32.
~ Lamento los posible errores ortográficos y/o gramaticales.
~ Puntito extra para recordarles ver la multimedia, porque mi bebé precioso es un ángel y, yo al menos, no puedo parar de verlo ✨
~ Cortito porque es introducción, pero espero les guste. ¡Muchas gracias por leer! 🖤
ESTÁS LEYENDO
Venus | Goyuu
Hayran KurguEra verdad que a veces era un bastardo poco considerado y egoísta, y que llegaba a ser cruel en ciertas ocasiones, pero aquello era mucho incluso para él. Itadori Yuuji era como su karma personal: precioso y prohibido en más de un sentido. Era el hi...