Capítulo 22

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VÍNCULO

Me quedo estática en el mismo lugar sin saber qué hacer, pensando en alguna excusa que decir.

—¿Qué haces aquí? —por alguna razón agradecía que fuera esa voz y no la de otra persona. Me giro sobre mis talones y miro a Elder. Ya no tenía puesto su traje de jugador sino que solo estaba en su uniforme. Elder se adentra y cierra la puerta tras de él.

—Yo... —¿ahora qué le digo? Piensa, Amara, piensa—... Necesitaba hablar sobre algo con el director.

Elder achica sus ojos, escaneándome, asegurándose de que lo que le digo es verdad.

—¿Segura?

—Claro, ¿por que habría de mentir? —avancé un poco— Ahora si me disculpas, tengo que regresar—me dirigí a la puerta.

—El director estaba por venir, si quieres puedes esperarlo.

—No. Prefiero venir en otro momento. —iba a salir pero me detuve— ¿por qué estás aquí? ¿Fue por haber golpeado a ese chico?

Él suspira, notándose tenso. En realidad últimamente lo miraba un poco tenso, me gustaría saber qué era lo que le preocupaba. En el fondo no sabía por qué siempre trataba de saber sobre él. E incluso sentí preocupación.

—Así es.

—¿Crees que te castiguen o te... expulsen? —me atrevo a preguntar. Aunque unos días sin Elder William anunciaba calma, no me gustaría que se fuera.

Él ríe.

—Amara, eres tan ingenua —se sienta en la silla del director y pone sus pies encima de la mesa como si estuviera en su propia casa.

—Elder, no hagas eso; el director vendrá en cualquier momento.

Se miraba tan confiado, como si sabía que el director no podía hacerle nada. Entonces recordé los papeles, las donaciones a este colegio. Él era el principal. Él donaba millones aquí. ¿De donde los sacaba? ¿A qué se dedicaba? ¿Vendía drogas o qué?

—¿Qué es lo que buscabas en realidad, Amara? —pregunta. Tal parece que no se tragó ese cuento.

—Ya te lo dije, necesitaba hablar sobre algo con el director —me acerqué al escritorio, apoyando mis manos en él. —¿Por qué? ¿Hay algún problema con que venga aquí? ¿Tienes miedo de que pueda encontrar... algo?

Él me mira, pero no había enojo en su mirada sino diversión. Le divertía verme así, tratando de jugar del mismo modo que jugaba él conmigo. Quizás no me tomaba en serio o quizás sí, pero no me dejaría.

—No hay ningún problema, francesita, es solo que... me sorprende. El director es muy estricto y no le gusta que entren a su oficina sin estar él aquí. Si te encuentra estoy seguro de que te castigará.

—Ya veo qué tan estricto es —le dije, refiriéndome a cómo estaba él sentado. —¿Sabes lo que más me desconcierta?

—¿Qué? —sonrió de lado.

—El que tú seas el principal patrocinador —confesé, una confesión que le hizo borrar su sonrisa juguetona del rostro— me pregunto: tienes 17 años, ¿trabajas? ¿De qué? —le lancé una mirada incriminatoria.

Internado de lobos ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora