Capítulo 11

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EL GOLPE

—¡¿Qué mierdas te pasa, Amara?! —me espetó con mucho enojo, lo peor de todo es que no le había quedado ni una seña de mi golpe.

Qué inútil.

—¡Te mereces eso y más! —le dije, si él estaba enojado entonces yo lo estaba más.

Elder me tomó del brazo y casi me arrastró por otro pasillo.

—¡Suéltame! —me removía, además de que su agarre era fuerte y me estaba lastimando.

—¿Me puedes decir qué es lo que te pasa?

Me empuja hacia la pared, retándome.

—Sabes bien lo qué pasa, Elder William, que eres un imbecil y que no debí de confiar en ti. ¡Eres basura y por eso mereces estar solo! —me acerqué a él, mirándolo directo a los ojos.

Elder asiente.

—¿Por qué no me dices algo que no sepa, Francesita? —su tono fue seco, burlesco.

—Le dijiste a todos que pasé la noche contigo —al fin le dije.

Bufa para después reírse.

—¿Y no es eso cierto?

Dudé.

—Lo es pero no de la forma en que se los has dicho. ¿Sabes qué? No quiero que te me vuelvas a acercar nunca más. Haz como que no me conoces.

—¿Y si yo quiero acercarme qué? —me toma de la cintura apegándome más a él.

—Quita tus manos de encima —lo empujé, pero era más fuerte que yo. Con la otra mano, Elder toma mi cara y hace que lo mire.

—Que te quede claro, Amara, que no me das órdenes, yo puedo hacer lo que quiera y a la hora que quiera. Si quiero estar cerca de ti lo estoy pero tú no me dices qué hacer. —me suelta bruscamente.

Lo fulmino con la mirada mientras me acomodo la camisa. Elder era peligroso, era demasiado impulsivo y tuve miedo porque creí que llegaría a dañarme... físicamente.

—Eres un asco. —fue lo que le dije, para luego pasarle de lado e irme corriendo lo más lejos posible de él.



—¿Qué pasó? —me pregunta Flavia cuando me espera en la entrada del salón.

—Le dejé las cosas claras al idiota de Elder, solo espero no tener que volverme a topar con él nunca jamás.

—Eso será difícil considerando que prácticamente vivimos aquí, estudiamos en su misma sección y nos lo toparemos en la cafetería.

Entramos al aula y buscamos los mismos lugares de ayer.

—Como sea, trataré de ignorarlo, como si no existiera.

—Suerte con eso.

Nos sentamos.

En eso la campana suena anunciando la entrada a clases. Todos empiezan a entrar, y como lo supuse, la mayoría me queda viendo. Quisiera irme de aquí.

Internado de lobos ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora