xiv. hubiéramos sido

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Soy un cuerpo celeste flotando sin rumbo en medio del espacio.

Respiro hondo y me olvido de todo.

Los ojos cerrados, todo el cuerpo relajado. El dolor de cabeza se ha esfumado, menos mal, y mi corazón ya no late tan deprisa. Después de varias noches en vela, de paseos hasta la cocina y vuelta a mi cuarto con las manos vacías, por fin he conseguido descansar.

Los rayos del sol entran por mi ventana y dejan una cálida caricia sobre mi piel.

Estoy tranquilo, adormilado, todavía meciéndome entre sueños.

Pero no me siento feliz.

No me siento mejor.

Me siento vacío.

No voy a mentir. Si he dormido bien esta noche ha sido por lo emocionalmente cansado que estaba y cómo eso ha afectado también a mi estado físico.

Estaba agotado, sigo agotado. Me arden los ojos y los párpados pesan más de lo normal. La almohada puede estar ya seca pero en el fondo sé que las lágrimas se quedarán ahí para siempre, que el dolor se ha impregnado al olor de las sábanas y que las miles de piezas en las que estallé se han metido por todos los rincones y bajo los muebles de casa.

Ojalá nunca los encuentre.

Y en caso de hacerlo...

Ojalá me ría al verlos.

Que encuentre las fuerzas que también he perdido y pueda llenar esta casa de carcajadas otra vez.

Pero ahora no puedo.

No quiero encontrarlos, no quiero reír, no tengo motivos. Y tampoco quiero pensar más. Si tan solo pudiera apagarme, apretar un botón y mantenerme en hibernación un tiempo. Y que cuando despierte, todo esto haya pasado al olvido.

Quizás...

Quizás sería buena idea irme a otro lugar.

Empezar de cero.

Puede que al principio sea complicado, peor que quedándome aquí incluso. Pero podría borrarlo todo. Las heridas, la sangre que me lleva manchando las manos desde aquel día, la de un soldado herido que sigue arrastrándose entre los alambres de espinas que cubren todo el campo de batalla.

Ah...

Mierda...

Ya estoy desvariando otra vez.

No sé si lo que quiero es encontrarme a mí o a un nuevo yo.

Solo sé que quiero que pare.

Que esa voz deje de sonar.

Que deje de golpearme la cabeza, obligándome a golpear de vuelta y pedir, gritar, que se calle. Que me deje. Que pare...

Solo sé que no lo hace.

Dos pasos atrás me llevan de vuelta a donde no quiero estar, que también es donde deseo quedarme. Estoy partido en dos partes, enloqueciendo a cada paso que éstas dan en direcciones opuestas.

Peso.

Pero intento moverme. No creo que sea muy buena idea quedarme en la cama todo el día. Se suponía que ayer estaba mejor, haber conseguido salir de casa se había convertido en mi victoria personal, pero otra vez siento que fuera no queda nada. Que algo ha caído sobre la Tierra y la ha aplastado. El único lugar seguro está aquí, entre estas paredes que a duras penas reconozco, igual que al hombre que se pasea frente a los espejos.

Sentado al borde de la cama, me masajeo la cara, las sienes. Cierro los ojos, relajo los músculos faciales, el cuello.

Vamos, Kojiro.

sodaro kaoru? ▶ matchablossomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora