Van catorce llamadas desde la última vez que nos vimos. Y no sé cuántos días más tienen que pasar para que te des por vencido.
No quiero hablar contigo.
No puedo.
Y ver tu nombre cada día al despertar no me ayuda.
Ruedo por la cama, no me apetece levantarme. Pero también estoy harto de estas sábanas, como cuando uno enferma y tiene que quedarse entre las mismas sábanas durante días hasta que se recupera. No quiero hacer nada y al mismo tiempo el aburrimiento me está matando.
Pero solo de pensar en moverme, en hacer algo, algo se me cae encima.
Y pesa.
Pesa cada maldito segundo.
Estoy inquieto y sin fuerzas.
Me falta el aire sin llegar a moverme.
Y quiero curarme de todo esto pero soy incapaz.
Porque siempre estoy pensando en ti.
Estás en todas partes.
Y solo quiero que desaparezcas.
Nunca me prometí amarte incondicionalmente hasta el fin de mis días, aunque siento que eso era algo que no necesitaba prometer, que sería así siempre, porque estos amores son de los que dejan huella. Una pena que se queden solo en uno de los dos.
No quiero que nunca sepas nada acerca de esto.
Y no quiero perderte porque eres mi mejor amigo.
Lo único que puedo hacer es luchar contra el fuego y apagarlo, aunque eso me cueste la piel.
Hago un gran esfuerzo pero consigo levantarme de la cama. Me escuece la cabeza, es una sensación extraña porque no duele, escuece. Me pesan los ojos, todavía me quejo cuando sufro el más leve roce en el brazo o la espalda. Y tengo hambre. Pero al mismo tiempo, no tengo. Al final siempre termino deslizándome hasta la cocina, cogiendo algo de comer y regresando al cuarto, pero tras catorce días alimentándome de frutas y cosas pequeñas, ya no puedo más.
Y creo que es bueno que empiece a tener hambre de verdad.
Primero intento prepararme algo de desayuno pero entonces me doy cuenta de la hora que es así que empiezo a rebuscar ingredientes para hacer la comida.
Puedo hacer algo rápido, algo que no cargue mucho. Un solo plato. Y no quiero ni oír hablar de postres. Después de lo que pasó la otra noche, me he prohibido a mí mismo acercarme a la bodega del restaurante.
El alcohol no me sienta muy bien.
A decir verdad, recuerdo muy poco de lo que pasó. De nuevo, un amasijo de sentimientos se reúne en mi estómago para encogerlo, como las garras de un gran demonio que aprietan y aprietan. Recuerdo estar desgastado, haber tocado fondo de una forma que jamás creí posible. Lloraba y no sentía ya las lágrimas y tampoco la rabia ni el dolor. Solo era una extraña criatura deforme que estallaba. Nada más.
Y aunque me alegro de no recordar las cosas que hice o lo que llegué a decir, todavía te recuerdo a ti. Se ha quedado grabada tu expresión, tus airados gestos intentando encontrar la lógica en todo aquel entramado, tus ojos tristes, cansados y la decepción rondando a tu alrededor. Puede que parte de las cosas que vi esa noche en tu cara fueran fruto de mi imaginación, de esa cordura que debí perder hace mucho tiempo. Pero no los olvido.
¿Por qué no puedo quitármelo de la cabeza?
Tú sigues llamando todos los días y me haces tambalearme sobre la cuerda floja, que vuelve a estar tiesa. Siento que estoy llegando al final del camino pero tú siempre apareces, la golpeas como la cuerda de una guitarra y tiembla. Su fino sonido me hace volver a mirarte, a preguntarme si quieres que vuelva para reñirme, para insultarme o porque realmente estás preocupado.
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sodaro kaoru? ▶ matchablossom
Fanfic«pero, ¿sabes qué? nosotros no estamos solos ¿verdad, kaoru?»