2.20

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Segundo Año: Regulus Black


Metal Guru, could it be?

You're gonna bring my baby to me

She'll be wild, y'know a rock n roll child...

Remus, con sus nudillos de color blanco, agarró las asas de su vieja maleta maltrecha, su estómago dando saltos mortales y emocionados mientras observaba a la bulliciosa multitud. La Matrona le había dejado correr hacia la barrera esta vez, aunque miró hacia otro lado en el último minuto, aterrorizada. Ahora estaba muy por detrás de él, en el lado muggle de la estación, y no tenía que volver a verla por al menos unos diez meses más.

Había tenido una terrible pesadilla la noche anterior, en la que llegaban a King's Cross y no pudieron atravesar la plataforma 9 ¾, y nada había sido real; la magia, las varitas, los magos, sus amigos. Pero Remus trató de apartar esos pensamientos de su mente mientras miraba ansiosamente a su alrededor, buscando a un rostro familiar.

­­­­­­­­­—Con que te dejaron volver, ¿eh? —una voz fría interrumpió su búsqueda—, los estándares realmente deben estar por los suelos.

Remus sintió que sus hombros se tensaban. ¿Por qué la primera persona con la que se encontraba tenía que ser Snape?

—Piérdete, Quejicus —él escupió. Se cuadró, volviéndose hacia el chico de Slytherin mientras le obsequiaba su mirada más cruel.

—Uf, ¿qué diablos es ese olor? —Snape arrastró las palabras, arrugando su enorme nariz. Remus se sonrojó, apestaba a antiséptico, lo sabía, la Matrona había sido demasiado liberal esa mañana.

—¡Dije que te marcharas! —Remus murmuró, apretando los dientes y apretando los puños.

Vio a Severus retroceder, levemente. Remus sabía cómo se lucía, había pasado dos meses sin magia, rodeado de chicos más grandes y duros que Snape. Estaba igual o más tenso que una trampa para osos y estaba listo para lanzar un puñetazo a la menor provocación.

—¡Hey, calvo! —otra voz sonó por sobre la multitud. Un chico con lentes y cabello negro azabache levantado en todos los ángulos se asomaba por una de las ventanas del carruaje, saludando locamente a Remus.

Remus sonrió, olvidándose de que estaba tratando de asustar a Severus, y le devolvió el saludo. Se frotó la cabeza con timidez. Su cabello había crecido mientras estaba en Hogwarts, pero la Matrona se lo había afeitado tan pronto como regresó a San Edmundo, haciéndolo lucir como un matón de nuevo.

Lanzando una mirada sucia en dirección a Snape, Remus agarró su maleta y se apresuró a subir al tren, empujando a otros estudiantes para llegar al vagón donde sus amigos lo estaban esperando.

—¡Lupin! —Peter se levantó de un salto, emocionado. No supo muy bien qué hacer consigo mismo una vez que se puso de pie; ciertamente no iban a abrazarse como si fueran niñas, y aparentemente los apretones de manos estaban fuera de lugar. Pettigrew le dio una palmadita torpe en el brazo en su lugar, y Remus apretó el suyo en cambio.

—Quiubo, muchachos —sonrió Remus, sus mejillas sintiéndose doloridas por la felicidad mientras se sentaba—, ¿cómo va todo?

—¡Eso deberíamos preguntártelo a ti! —James se rió, dándole un puñetazo en el brazo—, ¡ni una lechuza en todo el verano!

Remus miró a Sirius, furtivamente. Entonces no había mencionado la carta que le había enviado.

—Saben que soy prácticamente un muggle durante las vacaciones —respondió—, ni siquiera pude entrar en mi baúl para hacer la tarea, lo cerraron con llave.

All the Young Dudes | TRADUCCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora