All the Young Dudes | TRADUCCIÓN

1.6

Primer Año: Venganza

Domingo 12, septiembre de 1971.

—Así que —James dijo el domingo por la noche—, ¿cómo se las vamos a devolver?

—¿Devolvérselas a quién? —Peter preguntó sin mirar hacia arriba, buscando algo en sus notas.

Estaban en la sala común de Gryffindor, tratando de hacer su tarea para McGonagall. Treinta centímetros de pergamino sobre las leyes básicas de la Transformación. Sirius y James habían terminado el suyo, Peter tenía al menos quince centímetros y Remus no había comenzado.

—A los Slytherin —James siseó—, mantente al día, Pete.

—No a todos los Slytherin —opinó Peter, sonando preocupado—, sólo a Snape y Mulciber, ¿verdad?

—A todos ellos —confirmó Sirius. Acababa de aparecer debajo del escritorio que estaban compartiendo y le extendió un trozo de pergamino—, ¿estabas buscando esto?

—¡Gracias! —Peter lo agarró, aliviado—, ya casi lo termino...

—¿Ya lo hiciste, Lupin? —Sirius miró hacia arriba. Remus había abierto su libro, pero ni siquiera lo había mirado. Había considerado enclaustrarse en la biblioteca una noche y tratar de leerlo correctamente; podría leer si realmente se concentraba. Pero la oportunidad no se había presentado, y si era honesto; simplemente no quería. Desde la lección de Pociones, los cuatro se habían convertido en verdaderos amigos y Remus no quería perderse nada de ello.

—No —se encogió de hombros en respuesta a Sirius—, ni me he molestado.

—Avísanos si necesitas ayuda.

—Puedes copiar el mío si quieres. —James empujó el suyo a través del escritorio. Remus lo empujó hacia atrás, apretando los dientes.

—Estoy bien. No soy estúpido.

—Nadie dijo que lo fueras. —James respondió casualmente, sin embargo, Sirius lo estaba mirando. Remus quería golpearlo, pero estaba tratando de no arremeter tanto. James y Sirius a veces jugaban a la lucha libre, pero en realidad nunca intentaban lastimarse el uno al otro, como lo había él hecho con Snape. Obligándose a sí mismo a tragarse su temperamento, Remus optó por cambiar de tema.

—Podríamos poner polvo pica-pica en sus camas —él ofreció. Alguien le había hecho eso una vez. Tuvo un sarpullido durante toda una semana, y la noche de luna llena se había desgarrado la piel más de lo habitual—, o en su ropa... si pudiéramos averiguar quién lava la ropa, de todos modos.

Esto había sido un motivo de gran preocupación para Remus: su ropa sucia parecía simplemente desaparecer y luego resurgir, limpiada y doblada en sus baúles. Nunca había visto a nadie más en su habitación y no podía entenderlo en absoluto.

—Me gusta —James respondió, masticando su pluma—, aunque, ¿alguno de ustedes tiene polvo pica-pica?

Los tres chicos negaron con la cabeza.

—Podría ordenar un poco de Zonko —intervino Sirius—, si me prestas tu lechuza, James, mamá confiscó la mía después de la Selección.

—Supongo —respondió James—, aunque desearía poder hacerlo antes. Ya saben, tomarse la sopa mientras todavía está caliente.

—No necesitamos comprar polvo pica-pica —dijo Remus, de repente, sintiendo que se le prendía el foco—, ¿creen que tengan escaramujos en los Invernaderos?