Ren@c!miento

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Jimin continuó mirando (¿mirándose?) con los ojos abiertos desmesuradamente, hasta tal punto que sentía sus pestañas clavarse en sus párpados. El otro Jimin bajó la mano de sus labios lentamente, con la expresión dura de quien está dando una orden y espera que sea acatada. 

El aire volvió a la tráquea de Jimin y aunque tuviera aquella presión encima, soltó un grito ensordecedor. 

—¡Te dije que no gritaras, idiota!— exclamó el azabache, y para sorpresa de Jimin, este hundió sus dedos en su cabellera rubia para estamparlo contra el árbol detrás e inmediatamente callarlo. Jimin soltó un quejido por el impacto, con la mirada desenfocada al combinarse con el dolor en su nuca y cuero cabelludo. 

Apretó los ojos para centrarse, aun sintiendo las respiraciones del otro Jimin cerca de su rostro, su ira tan caliente como se sentía el dolor. 

—... ¿Q... Qué quieres?— escupió Jimin, una vez abrió los ojos y se encontró con su propio rostro presentando un dejo de amargura. Mirándolo bien, aunque se pareciera a él, había algo diferente. Quizás algo en la forma ruda en la que apretaba los labios, o la dureza en sus ojos normalmente joviales. 

Sea lo que sea, ese otro Jimin... no le daba buena espina. 

Ni siquiera se sintió raro en pensar en ello. 

El azabache se relamió los labios y colocó un dedo sobre la boca del rubio una vez más. 

—Quiero hablar. Necesitamos hablar.

Jimin, aun desorientado por el golpe, sacudió la cabeza. 

—Debo ir a-al cementerio. 

—Dios, ¿es que aún no lo entiendes?— no supo si lo imaginó, pero la presión en su pecho se acrecentó.—Yo te dije que nos encontráramos allí. Yo te he estado mandando los mensajes desde el número de mi... nuestro Jungkookie.

Jimin frunció el entrecejo, sintiendo una profunda decepción y confusión. Había pensado que de verdad se trataba de JungKook aunque fuera una realidad casi imposible. Sin embargo, ¿que tan imposible podría haber sido aquello si ahora se encontraba sujetado contra un árbol por sí mismo? 

—No... No lo entiendo. ¿Por qué?— había tantas preguntas escondidas en aquella tan simple. Preguntas que no sabía formular y preguntas que jamás se atrevería a hacer. Solo esperó que el azabache las entendiera todas.

Si era él realmente, debería hacerlo. 

El brillo naranja en sus ojos como las hojas debajo de sus pies se atenuaron. Lo hizo. 

—Porque ninguno de los dos pertenecemos al lugar en donde estamos— trastabilló momentáneamente, ojos bajando hasta sus manos en el cuello del rubio.—Necesitamos recuperar nuestras vidas. 

—¿De qué estás ha-hablando? ¿Por qué eres yo? 

—No puedo decirte mucho, ¿está bien?— el azabache suspiró y Jimin asintió quedamente.—Lo único que sé es por lo que he estado observando desde que despertaste en el hospital y desde que yo desperté siendo un jodido fantasma. 

—Sigo sin entenderlo...—

—Haremos algo. Yo te suelto y tú me escuchas. Pero debemos ir al cementerio; hay algo que debo mostrarte. 

Jimin volvió a asentir, el sudor frío bajando por sus sienes y el dolor volviendo a perseguirlo como un alma en pena. Decidió no pensar realmente y dejar que por esa vez, las coherencias no significaran nada. 

Después de todo, las hojas del campus nunca habían sido naranjas durante el otoño. 

 

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⏰ Última actualización: Apr 22, 2021 ⏰

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