Confus!on

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Sin embargo, el restaurante estaba tan lejos de la carretera que solo alcanzó a ver cómo el tres toneladas de metal arrollaban al castaño, y se alejaban como si solo hubieran pisado una piedra

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Sin embargo, el restaurante estaba tan lejos de la carretera que solo alcanzó a ver cómo el tres toneladas de metal arrollaban al castaño, y se alejaban como si solo hubieran pisado una piedra.

Se resbaló en el lodo, y se quedó allí, mirando con los ojos abiertos como platos el lugar donde se suponía que debía estar el otro. Tenía la vaga sensación de que alguien se acercaba a él, pero él solo veía el charco de sangre esparcido por toda la carretera.

Su Hyung, reducido a un manchón de color rojo.

Hipidos salieron histéricos de su garganta, y sollozó contra su abrigo cubierto de lodo.

—¡Jimin!

Yoongi apareció detrás de él, y trastrabillar, se agachó a su lado. Tomó su brazo un tanto brusco, y con la otra mano, dirigió su mentón hacia él.

En los ojos oscuros de Yoongi podía verse a sí mismo. 

—Yoon...gi...— masculló, tratando de zafarse del agarre de Yoongi en su rostro para mirar a la masacre detrás de él. Yoongi no se lo permitió, y su agarre férreo continuó sobre él. 

—¿Qué demonios, Jimin? ¿Qué pretendías? 

En algún momento, la mano atajando su brazo se deslizó hacia su muñeca, y Jimin no pudo evitar estirar los dedos para agarrarle la mano y tener de dónde anclarse.

—Seokjin-hyung...

No pudo decir nada más, pero el azabache pareció entender.

—¿Jin? Jimin, Seokjin está en el hospital. 

El rubio negó con la cabeza, logrando soltarse de los dedos de Yoongi en su mentón, y girando la cabeza para mirar hacia aquel lugar. 

—Ahí...

Yoongi miró al menos con preocupación, entornados los ojos hacia donde este le señalaba.

—Jimin...— El rubio tenía los labios temblorosos, desesperado observando algo.—Ahí no hay nadie. 

Jimin aceleró su respiración, mirando el lugar donde sorpresivamente, estaba como Yoongi alegaba: vacío.

Lo único que había en aquella carretera eran rocas deshechas y humedad. No Seokjin, no sangre, no muerte. 

Las gotas de lluvia caían tímidas sobre ambos, y Jimin sentía cada vez más que su cabeza iba a explotar y que sus miembros se convertirían en goma aún estando sentado y con Yoongi soportando gran parte de su peso. 

Bajó la cabeza con pesar, sintiendo la lluvia bajar por sus labios y caer al piso en silencio.

—Vámonos, mocoso. Te llevaré a casa. 

A duras penas trató de detener a Yoongi. No quería que lo tomara por loco, no quería que le tuviese pena, y mucho menos quería que lo llevara en brazos como si fuera débil. 

—Déjame, hyung.— empujó su mano tomándole del hombro, y Yoongi solo lo volvió a tomar. 

—No te oigo.— replicó infantilmente, levántandolo del suelo con una mano debajo de sus rodillas. Posteriormente, trotó hasta su auto aparcado cerca de la carretera, y Jimin no tuvo mas remedio que dejarse caer contra su hombro, mirando fijamente un hilo sobresaliendo de la camisa del mayor. 

La lluvia seguía cayendo sobre ellos, mojando por completo su abrigo favorito. Pero después de todo, este ya estaba remojado en lodo, por lo que ya no le interesaba tanto. 

Tal vez le interesase que ese lodo se pegara a la costosa camisa de Yoongi, pero tampoco lo sentía tanto. Sentía otra cosa, o más bien, otras cosas. 

Cosas que en ese momento, no tenían cabida en su mente.

Yoongi abrió la puerta del acompañante, y sorprendentemente, lo acomodó en el asiento sin ningún esfuerzo. Luego, cerró la puerta, y subió al asiento del conductor sin perder un segundo.

Se sentó allí, y una vez acomodado, suspiró larga y cansinamente. No hizo ademán de encender el auto.

Jimin lo miró entre la fiebre que comenzaba a devorarlo y las ganas de gritarle que lo dejara solo con su miseria y decepción y locura. 

Solo se quedó mirándolo, esperando como un niño en un zoológico a que el león se lo tragara entero.

—Park Jimin.— era una advertencia.—Vuelves a hacer algo como eso y le pediré personalmente a Hoseok que te encierre en su maldito consultorio.

Jimin tensó la mandíbula, sintiéndose menos que con ganas de empezar una discusión con Yoongi. Esperó que Yoongi arrancara el auto ya para poder irse, pero se quedó allí, y continuó.

—¿Qué estabas pensando? ¿Eh? ¿Pasar en frente de un camión y...—

No quería contestarle nada, pero terminó metiendo la pata.

—Tal vez quería morirme, Yoongi. ¿No crees? 

De inmediato, Yoongi tensó los hombros y su expresión usualmente impasible se deformó. Sus ojos brillaron con algo que Jimin no supo dar nombre, antes de que arrancara el auto sin más.

Definitivamente había metido la pata. 

Yoongi condujo y condujo, con los nudillos fuertemente apretados alrededor del volante hasta que se le pusieran blancos. Jimin no lo miraba, pero sentía como lo escudriñaba de reojo.

Al final, llegaron a casa de Jimin— y tenía que admitir, ahora se sentía fatal y sin ganas de siquiera de pasar saliva— con una tensión impresionante en el ambiente. 

Sentía que Yoongi quería decir algo, pero pensaba que no fuera el momento; hasta que Jimin iba a abrir la puerta del carro para darse un baño durante dos horas. Lo detuvo por el brazo, y se lo apretó con fuerza, pero sin llegar a herirlo.

Sin embargo, sus palabras se encargaron de hacerlo.

—Espero que lo consigas, entonces.

Con eso, bajó del auto con un portazo, y se alejó de la casa y de Jimin, caminando bajo la lluvia en dirección contraria a la que habían venido.

El celular abandonado de Jimin sobre el tablero vibró con un solo mensaje. 

 

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