¿Abuela?

90 10 24
                                    

II

Ezra corrió tan rápido como pudo. Tropezó con una raíz anudada que apenas sobresalía y tuvo una caída, pero se río, nunca había encontrado a nadie tan divertido en el bosque y se lo estaba pasando de maravilla con rasguños y todo.

Pasó a toda velocidad por delante del molino de la cañada y casi atropella al pobre molinero que no esperaba que un joven pasará por ahí a toda velocidad y sin cuidado alguno.

Río a modo de Disculpa, deleitándose con el cercano choque.

"¡Qué diversión temeraria!", exclamó.

Al doblar la curva pudo ver por fin la casa de su abuela, era color azul claro con su tejado de paja y su chimenea de ladrillo visible entre los árboles.

Tomó un segundo impulso y rápidamente se acercó. Cuando llegó estaba completamente sin aliento, se desplomó contra la valla de madera blanca para no marearse. Finalmente, volviendo a la normalidad, miró hacia el patio cubierto de rosas.

No vio a khai por ninguna parte, había ganado la carrera.

"¡Abuela!", gritó corriendo y asomándose a las ventanas, pero las cortinas estaban cerradas, el interior estaba oscuro. Bueno, eso tenía sentido, su abuela estaba enferma y seguramente se encontraba descansando.

Confiaba en que había vencido a khai, no estaba a la vista y ciertamente él tenía la excursión más fácil, con el camino limpio y despejado.

Se apresuró a llegar a la puerta de madera redondeada y llamó; llamó de nuevo a su abuela esperando poder despertarla. Llamó con más fuerza.

"¿Abuela? ¿Estás ahí?", Ezra  empezaba a preocuparse, la casa estaba oscura y no había señales de vida, ¿había ocurrido algo terrible? Golpeó más y más fuerte, pero nadie respondió, ¿era a caso demasiado tarde?

"¡Abuela!", gritó temiendo no haber llegado a tiempo; su abuela podía estar muerta y él no podría hacer nada para ayudarla.

Siguió golpeando la puerta oscura de la casa de su abuela, tenía que entrar ahí lo aunque tuviera que tirar la puerta abajo.

Fuera de la casa de su abuela Ezra  comenzó a buscar alguna manera de entrar.

Mientras sus ojos escudriñaban la casa en busca de una ventana sin cerrar de repente escuchó el más pequeño de los ruidos. Apretó el oído contra la puerta, le pareció oír algo.

"Ezra, ¿eres tú querido?", una voz confusa y extraña surgió  de la casa. Su abuela sonaba terriblemente mal. No se parecía en nada a ella.

"Si abuela, soy yo. ¿Estás bien?" El joven mantuvo el oído pegado a la puerta su voz era débil y tensa.

Ezra tiró y empujó la puerta, pero no se abrió.

"Abuela, ven a la puerta. Está cerrada y no puedo entrar".

Después de unos momentos la voz suave y tensa de la anciana volvió.

"Tira de la cuerda y el pasador subirá." Ezra  miro hacia arriba y vio una cuerda por encima de él. Se levantó de un salto y la agarró; al tirar de ella hacia abajo el pasador de la puerta se soltó y la puerta se abrió, por fin entró.

Estaba oscuro, espeluznante, como si su abuela hubiera estado fuera durante días. No había señales de vida, excepto el persistente tictac de un reloj de péndulo montado en la pared.

"¿Abuela?" llamó el joven, el miedo teñía su voz, haciéndola pequeña y hueca, resonando en la pared de piedra.

"Ven aquí mi dulce niño", la voz temblorosa llamó desde el fondo de la casa.

Caperucita & LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora