Capítulo 2. Primera toma de contacto

70 22 20
                                    


No aparta su mirada de mí, clavándome sus ojos azules, fríos e inexpresivos, y mientras sus amigos hablan mantiene una expresión gélida como el hielo.

Decido ignorarlo y doy un largo sorbo al té, que está extrañamente bueno, e intento seguir la animada conversación que tiene lugar a mi alrededor, hasta que el susodicho decide abrir la boca.

—¿Qué hace la mojigata esta aquí?— pregunta sin reparo y todos lo miran con asombro. Su voz es grave y aterciopelada al final. Si no me hubiese acabado de insultar hasta me resultaría sexy. Para qué voy a engañarme, me ha gustado a pesar del insulto.

Joder Ellie. Das pena.

—¿Os conocéis?— inquiere Mara, con los ojos casi saliéndoseles de las órbitas.

—No— respondo a la misma vez que él dice que sí, y pongo los ojos en blanco.

—Ha intentado aparcar en mi sitio.

—¿Enserio?— dice Chad con una media sonrisa.

—Me ha llamado gilipollas.— Vuelve a decir, y esta vez Chad se descojona.

—Lo siento— me disculpo falsamente mientras pongo cara de cachorrito— no vi ningún cartel que dijera "aparcamiento reservado para gilipollas maleducados".

—Creo que me estoy enamorando— dice Chad, mientras el motorista imbécil deja de mirarme por un segundo y amenaza a su amigo con la mirada.

—¿Qué pasa, que casi arañas tu mercedes de pija por mi culpa?— pregunta haciendo caso omiso a los demás.

—No deberías juzgar un libro por su portada. Pero para tu información, no soy ninguna pija.— La rubia tetona suelta una carcajada, la miro mientras arrugo el ceño.

—Bonita— dice ella con tono burlón— pareces un algodón de azúcar andante.

Mientras habla, deja caer su mano sobre el brazo del imbécil de forma posesiva.

—Por lo menos no parece que vengo de hacer la calle.— Suelto sin pensar y me arrepiento en el momento que me doy cuenta de que las palabras no se han quedado en mi mente, sino que han salido por mi bocaza.

Bien Ellie, bien. Haciendo amigos el primer día.

Y para colmo de males, el imbécil se ríe.

—¿Qué has dicho, zorra?— amenaza la rubia mientras adopta una posición intimidadora.

Cuando voy a abrir la boca de nuevo para contestarle, el imbécil levanta el dedo índice y se lo lleva a sus labios, indicándome que me calle, sin que la sonrisa se borre de su rostro.

—Bueno, mojigata, espero que hayas aprendido la lección para la próxima vez. Ese sitio es mío.—Dice esa última palabra con énfasis y pongo los ojos en blanco; da un largo trago a su lata de Coca-Cola.— ¿Has tenido que andar mucho gracias a mí?

—La verdad es que no— contesto y enarca una ceja, la del piercing, sorprendido y todo mi cuerpo reacciona ante ese gesto. ¿Qué mierda me pasa? Me aclaro la voz y prosigo— He aparcado en el sitio reservado para motos, ya que nadie le da uso en esta facultad.

—¿Y una mojigata como tú no tiene miedo de que llegue una multa a casa de papá?— su tono de voz ahora es provocador. Apoya los codos sobre la mesa y deja caer su preciosa cara, joder no Ellie, su cara con rasgos agradables a la vista, sobre sus nudillos.

—Si supieras mirar más allá de las apariencias te darías cuenta que no.

—Ya veo...así que eres de esas— contesta de forma irónica y se recuesta en la silla de nuevo.

MÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora