Capítulo 8. Esto me va a costar la salud

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El resto de la noche transcurre y no recibo ninguna noticia más sobre Jayson, aunque no sé de qué me sorprendo. Parece que su juego favorito es el del gato y el ratón.

Pues se acabó seguir siendo un ratón, Elizabeth.

A partir de ahora eres una gata, no, una pantera poderosa y letal y como tal, vas a empezar a marcar tú los ritmos.

Que le den a ese dios griego tatuado.

Espera, ansiosa de las narices. Antes de ponerte en modo vendetta piensa con la cabeza....quizás le haya ocurrido algo que haya hecho que no haya podido venir.

¿Pero podría haber avisado entonces, no?

No tiene tu número, genio— prosigo mi discusión conmigo misma.


Ahhhhhhhhh. Ruedo sobre la cama y me pongo boca abajo, apretando la cara contra la almohada.

Sea como sea, tengo que quitármelo de la cabeza. Lo conozco desde hace cinco días, joder, no es para tanto, no es que hayamos compartido nada especial.

Ah, no, espera. Hemos dormido juntos, pegados como garrapatas al pelo de un labrador.

No, Elizabeth, NO. Me ha dejado bastante claro que sólo busca una amistad, o ni si quiera eso, que simplemente es alguien "amable" que ayuda a los demás cuando ve que lo necesitan.

Vale, decidido.

Modo ignorar a Jayson ACTIVADO.


Después de vestirme y desayunar, me dirijo hacia la facultad, dispuesta a empezar una nueva semana mejor que la anterior.

Ronald y yo coincidimos en muchas clases, así que pasamos casi todo el día juntos. He de reconocer que es mucho más majo de lo que parece a simple vista.

Es bastante tímido, como yo, y algo gracioso si consigues pillarle el punto.


Siguiendo mi filosofía de vida de evitar los problemas hasta que me exploten en la cara, decido huir de Mara y su grupo. No quiero encontrarme con Lucy después de todo lo que ha pasado.

Ah, por cierto, ni rastro del susodicho. Lo que ha facilitado la consecución de mi plan maestro.

—¿Ellie, me estás escuchando?— dice Ronald, sacándome de mis ensoñaciones.

—Sí, perdona. ¿Qué decías?

—Te hablaba de la fiesta en mi casa el miércoles.

—Ah sí, tu casa va a llenarse de aristócratas, ¿no?

—Más o menos, mi tío Albert vive en Europa, sólo nos visita una o dos veces al año, y cuando lo hace...mi madre celebra una fiesta en su honor.

—No envidio tu pellejo. Pensaré en lo aburrido que estarás mientras veo una peli en mi cama.

—¡¡¡Claro!!! ¿Por qué no vienes?

—Perdona, creo que no has entendido lo que te he dicho.

Me coge las manos y veo cómo su rostro se ilumina, casi dejándome ciega por la luz que desprenden sus impresionantes dientes blancos.

—La fiesta será un muermo Ellie, pero por lo menos si te tengo allí a ti tendré a alguien con quien hablar.

—Te estás equivocando del todo conmigo. Mírame.

Señalo con la mano mi cuerpo de arriba abajo. Llevo unos pantalones de cuero a juego con mis botas altas negras favoritas y una camiseta gris escotada de manga corta.

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