No soy capaz de mirarlo a la cara desde que he salido del baño. Por si lo que acababa de pasar no fuera poco, llevo el conjunto que ha elegido para mí de entre toda su ropa, una camiseta ancha y unos bóxers rojos.
En otra ocasión jamás me habría puesto algo así, pero he de reconocer que su ropa huele maravillosamente a él y además, aunque no quiera admitirlo, su dulce aroma calma mis maltratados nervios.
Estoy sentada en uno de los taburetes altos que hay en la isla de la cocina, mientras él vierte la mezcla de tortitas que acaba de preparar, a la vez que un silencio, incómodo para mí, nos rodea.
—¿Quieres arándanos?— pregunta, sacándome de mis ensoñaciones.
—Perdona, ¿qué?
—Que si quieres arándanos, en las tortitas.
—No, no, no. Gracias. Por cierto, huelen de maravilla.
Enarca una ceja y sonríe de medio lado. Puta sonrisa de diablo. No sé qué estará tramando pero me da "miedo".
Mentirosa, no te da miedo. Te pone cachonda.
—No tienes que avergonzarte de nada, Ellie.
Y ahí vamos....joder. ¿Me está leyendo la mente? Preferiría fingir que no acababa de hacer que me corra en la bañera mientras tengo la regla, pero parece ser que él tiene otros planes...
—No es eso...—miento, mientras mis mejillas arden más que el Sol— aunque parezca lo contrario, no suelo hacer este tipo de cosas.
—¿Y qué más da si lo parece?— dice tranquilamente mientras, una por una, va dando la vuelta a las tortitas en la plancha.
¡¡¡Gracias, dios mío, gracias!!!, por hacer que lleve una camiseta que le tape sus endiablados abdominales.
Abro la boca para contestarle varias veces, pero no consigo que mis labios articulen palabra alguna. Dentro de mí, por mucho que me cueste, sé que tiene razón: ¿y qué más da lo que los demás piensen?
¿Que soy una facilona? Adelante. Pero mientras ellos hablan, nadie va a quitarme el placer que he sentido.
Además...no recuerdo la última vez que no me miraron con lástima, así que si piensan que soy una guarra, al menos me tendrán cierta envidia.
Que se joda el mundo. Jayson ha hecho que me corra como nunca habría pensado que fuera posible.
—¿Quieres nata?— pregunta mientras sirve las tortitas en sendos platos.
—No, gracias, sólo chocolate.
—Mejor, más para mí— contesta, mientras agita el bote de nata con fuerza, se lo lleva a la boca y aprieta el botón, echando un chorro de nata dentro de ella. Quién fuese nata, dios mío....—Deja de comerme con los ojos, Elizabeth, y cómete las tortitas.— Suelta tan tranquilo, mientras pone el jugoso plato delante de mí y se sienta en el asiento contiguo.
—Yo no estaba...—joder, ahora sí que debo estar roja— te lo tienes muy creído.
Me llevo un bocado de tortitas a la boca, o más bien lo devoro, y gimo de placer, otra vez. Joder, qué buenísimas están.
Este tío no puede ser real. Es imposible que esté tan asquerosamente bueno, cocine bien y, por lo "poco" que he podido comprobar, sea capaz de llevarme hasta las nubes con dos dedos.
Sí, definitivamente me he debido golpear la cabeza y estoy soñando.
—Es lo que pasa cuando tienes unas manos prodigiosas—toso violentamente, con la boca llena de tortitas, y casi me ahogo al oír lo que acaba de soltar— porque toco el piano de maravilla...¿Qué estabas pensando, mojigata?
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MÍA
RomanceUn crimen los separa y los une a la vez, pero ellos no lo saben. Elizabeth busca venganza y Jayson la redención. Elizabeth Bennet vuelve a la Universidad tras 2 años de lucha por superar un drama familiar. Lo que la joven no esperaba era enfrentarse...