Capítulo 13. Encuentros en la primera base

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—Ya verás Ellie, este sitio te va a encantar— repite Ronald como un papagayo una y otra vez, deslizando sus dedos al rededor del volante. Mientras tanto, miro distraída por el cristal del asiento del copiloto de su flamante coche.

Sonrío a duras penas, intentando ocultar mi malestar. Por un lado, me siento verdaderamente culpable; él sólo intenta hacerme sentir bien mientras yo tengo una cara de pasa que no puedo con ella. Y por otra parte, mi lado rencoroso clama venganza por mi corazón herido, mientras se repiten una y otra vez en mi cabeza las imágenes de Lucy encima de Jayson.

Sigo con ese debate moral hasta que llegamos a una pequeña calle en pleno centro de la ciudad y, para mi sorpresa, o realmente, ¿para qué nos vamos a engañar a estas alturas? Estamos justo en el sitio que me espera.


Había visto en mi feed de Instagram a varios influencers venir a cenar aquí, al Hasser, el restaurante de moda entre la élite de Seattle.

Aunque no sea para nada mi estilo, tengo que reconocer que por fuera es simple y llanamente hermoso. Se encuentra en una calle tranquila, alejada del resto de rascacielos y bullicio propio de una gran ciudad. La entrada la componen frondosos sauces adornados con pequeñas lucecitas incandescentes que dan calidez a las cada vez más frías noches otoñales.

Ronald detiene el coche lentamente en la entrada, nos bajamos y le tiende las llaves al joven aparcacoches, el cual nos sonríe amablemente.

Veo entrar al restaurante a algunas personas que llevan prendas carísimas y a la última moda. Las chicas van con taconazos, peinados sofisticados y maquillaje profesional. Mientras, yo voy con unos simples vaqueros, la sudadera de la Seattle Pacific University y unas sencillas deportivas.

Genial, Ellie. Cuanto menos intentas llamar la atención más lo haces.


Suspiro y camino hacia la puerta, detrás de Ronald. Por lo menos comeré bien sí o sí, o eso espero.

El jefe de sala nos recibe de inmediato y nos indica el camino hacia nuestra mesa pero no sin antes darme un breve repaso de arriba abajo y fruncir el ceño de forma descarada.

Nota mental, no volver a este precioso y prejuicioso sitio nunca.

Una vez en la mesa, me quito la sudadera y doy las gracias por al menos llevar una camiseta medianamente bonita debajo. El camarero nos recibe con una copa de Champagne y nos deja las cartas con el menú. Le echo un vistazo rápido y MADRE MÍA.

Los precios son absolutamente desproporcionados. Un "delicado cortejo entre jamón de Parma DOP y queso emmental rociado con aire de mantequilla de búfala entre dos finas rebanadas de pan de cristal"— vamos, un sandwich de jamón y queso de toda la vida— ¿cuarenta dólares? Absolutamente NO, gracias.

Niego para mí misma y Ronald me mira, ladeando la cabeza. Al final, decido pedirme lo más barato: una crema de guisantes que, por su precio, parece que fueron recolectados el día en que se alinearon todos los planetas, nacieron los primeros cerdos voladores, hubo luna llena y un eclipse solar, todo a la vez.


A pesar de la comida, que por cierto, es bastante normalita, la cena fluye sin problemas. Ronald es, como siempre, todo un caballero y un gran orador. No acapara la conversación, pregunta con verdadero interés y nunca se le acaban los temas de los que hablar.

—Pues si te sorprende ahora tendrías que haberlo visto el año pasado.

—¿De verdad?— sonrío sinceramente.

—Ajá— dice y da un sorbo a su copa de vino— llegaba todos los días borracho a clase y eso cuando aparecía. No sé a qué dios le rezó para que le tocase ser mi compañero durante el curso, pero gracias a eso aprobó.

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⏰ Última actualización: Feb 14, 2024 ⏰

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