Capítulo 13 - ko.

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Son las once de la noche, y los carteles de la autopista me marcan que estoy cerca de Doncaster.

Manejé como un desquiciado sin sacar el pie del acelerador por más de dos horas, y realmente traté de no pensar, pero era imposible.

Harry vuelve a mi mente una y otra vez, y más de una vez tuve que apretar fuerte el volante para no virar y correr de nuevo a sus brazos y pedirle perdón, porque esta vez él tiene razón. A lo mejor no fue amable, ninguno lo fue, pero esta vez es lógico que no sepa qué hacer, porque él no sabe nada de mi vida anterior a Londres, y tengo que cambiar eso.

Y pensar en mi vida me trae a Doncaster de nuevo, y al por qué huí.

Crecí aquí, los primeros años de mi vida junto a mis padres, en una casa humilde y acogedora, donde siempre hubo amor, respeto y risas de sobra. Nunca sentí la falta de algo material, a pesar de que no nadábamos en abundancia. Mamá era maestra en una pequeña escuela del barrio, y papá el más famoso carpintero de la zona. Ella siempre me contó que fui un bebé muy buscado, y llegué a sus veinticuatro y veintisiete, y fueron muy felices, construyendo un futuro para mí.

Todo se fue a la mierda, por supuesto.

Papá murió en su taller cuando yo tenía cuatro, casi cinco. Estaba solo, una sierra industrial le cortó una arteria y se murió desangrado. Fue horrible por supuesto, pero yo era un niño, y no me enteré hasta años después cuando mi papi padrastro me lo gritó en la cara.

Mamá estuvo en un estado de ánimo muy bajo por mucho tiempo, pero siempre recordó que yo estaba allí. Jay se convirtió en una mapadre increíble, y juntos salimos adelante. Pero parte de nuestros corazones murieron allí, porque yo perdí a un padre, y ella al amor de su vida.

Cuando yo tenía seis años, ella llegó a casa un día sonriéndome muy feliz y me presentó a Mark, su nuevo novio. Él era el director de la escuela del que me había contado de su llegada hacía casi un año atrás, y finalmente se animó a dar el paso.

¿Tengo que aclarar que Mark es un hijo de puta?

Nunca se esforzó por al menos fingir interés en mí, pero jamás me quejé, porque mamá volvía a brillar. Él no era malo en ese momento, solo no le interesaba críar al hijo de otro tipo, y yo respeté eso. Se casaron apresuradamente cuando yo tenía siete, y a mis casi ocho, Charlotte nació.

Mamá estaba radiante de felicidad, sus ojos casi iguales a cuando estaba con papá, y yo me convertí en un orgulloso hermano mayor, porque esa niñita adorable y sonriente se convirtió en la luz de mis ojos, y yo en los de ella cuando creció.

Mark empezó a hacer grandes diferencias entre su verdadera hija y yo, y mamá empezó a reclamarle, así que todo fue peor. Así que hice lo que todo niño sobreprotrctor hubiese hecho, llegar a un acuerdo con el jodido Mark, y fingir ante mamá. Y así jugamos a la casita feliz, jodiéndonos cada vez que podíamos.

Empecé a ser autosuficiente, y fue cuando Oli estuvo más presente en mi vida.

Mi jodido ex mejor amigo.

Crecimos jugando juntos, él viviendo al lado de nosotros. Eran solo él y su abuela, porque su madre murió cuando él era un bebé de una sobredosis masiva de drogas, y nadie sabe quién es su padre. Oli estaba medio jodido por la cantidad de mierdas que su madre se metió durante el embarazo, pero era un buen chico. De hecho, no sé en qué momento nos distanciamos tanto en nuestra forma de pensar, pero la mierda llegó.

Tenía diecisiete años cuando estábamos volviendo del colegio riendo, contando de la fiesta de la noche anterior. Ninguno era virgen, habíamos perdido esa mierda a los quince en alguna fiesta perdida de la mano de Dios, y él me habló de su follada de la noche, una preciosa rubia escultural. Yo le conté entusiasmado mi aventura, porque estaba extasiado por el nuevo mundo de sexo a mis pies, y él casi me rompe la nariz, diciéndome furioso y asqueado que no vuelva a hablarle en su vida.

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