Especial: Un mal día.

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Cuando Mike salió del trabajo, tuvo que esforzarse por no sujetarse a una farola y dormirse allí mismo. Estaba siendo una semana dura, y aquel día se sentía especialmente cansado. Desde que era chef en el restaurante de Antonio tenía muchísimas nuevas responsabilidades, y aquella semana un cocinero había tenido que darse de baja por problemas médicos. Eso descuadró completamente las planificaciones de Mike y, vaya, estaba siendo muy estresante.

Llevaba ya un año siendo el chef del restaurante, habiendo sido ascendido pocos meses más tarde de haber terminado el grado superior. Su jefe siempre había apreciado el talento y esfuerzo de Mike desde que llegó al restaurante en busca de una forma de salir de una vida desordenada y triste. Habían pasado cuatro años desde aquello, y Mike podía decir, orgullosamente, que aquel restaurante era como su nueva familia. 

Había sido ayudado por su jefe, Antonio, desde que llegó a aquel restaurante, y Mike devolvió el favor manteniéndose leal a este, y ayudando a hacerle crecer en fama y prestigio. Ahora, no solo su salario era bastante bueno, sinó que le gustaba el trabajo que hacía. Le gustaba bastante.


Pero no todo era bonito, y mucho menos fácil. Aún luchaba contra la narcolepsia, que le había llegado a dar muchos problemas en situaciones de estrés. Poco a poco, estaba aprendiendo a controlar aquella sensación de sueño, pero eso no evitó algún que otro incidente. Sí, su novio era un gran apoyo en aquel tipo de situaciones, pero no quería tener que depender de Scott cada vez que sentía que se venía abajo.

Aquel era un día de esos, en los que lo único que quería era llegar a casa y sepultarse en mantas y almohadas. Le daba rabia sentir que ni siquiera una conversación con Carmella podía animarlo. La italiana aún paseaba con él al terminar el turno de trabajo, pero hacía un año y medio que no trabajaba en el restaurante, porque ahora era profesora de inglés en una academia para inmigrantes. Decía que le cabreaba lo mal que se trataba a las personas que llegaban al país sin saber el idioma, así que quería brindarle más oportunidades a esas personas. A Mike le hacía feliz ver a Carmella trabajar en algo que disfrutaba. 

Pero aquel día no fue capaz de darle un tema de conversación a la morena, necesitaba concentrarse para no cerrar los ojos y caer dormido. La contraria parecía entenderlo, porque no le dio vueltas a la conversación antes de despedirse cuando sus caminos se separaron.


Mike suspiró con pesadez mientras llegaba a su casa. Se apoyó en la pared del ascensor con pesadez y no pudo evitar mirarse al espejo. Había ganado cierto color desde que salía más, habiéndose aficionado a las excursiones con Scott (una escapada al campo de vez en cuando les encantaba), y le estaba creciendo el pelo más de la cuenta. Incluso así, no sabía si lo prefería largo, o como antes. Salió del ascensor casi sorprendido por lo largo que se le había hecho el trayecto, y no pudo evitar colapsar en el sofá tan pronto como se deshizo de los zapatos al entrar en su casa. La casa estaba ordenada, a la manera de Mike y Scott.

Para ambos, aquel era su refugio, un lugar solo para ellos dos (y la ocasional visita de buenos amigos), personalizada al gusto de ambos y con espacio para novedades. En el salón estaba el panda que Mike le había regalado a Scott hacía tanto tiempo, y en la cama de su habitación los demás peluches que se habían regalado mutuamente a lo largo de los años. Más que por un amor a los peluches, era casi como una tradición que les encantaba seguir. Scott había llenado las paredes de pósteres y fotos, como un adolescente (aunque no le molestaba) y las estanterías de libros. El pelinegro había remodelado la cocina por el cumpleaños de Mike, sabiendo que este adoraría un buen lugar donde practicar sus experimentos culinarios. 

El armario estaba partido por la mitad de forma visible, con los esmoquins formales y cuidados de Scott, y la ropa casual y colorida de Mike. El pelinegro aún tenía ropa informal guardada, pero prefería quitársela a su novio. Mike sonrió para sí mismo, hundiendo la cabeza en una almohada. En aquellos momentos estaría trabajando. Scott había aprendido a amar su trabajo, pero haciendo sus pequeños arreglos en la empresa de su padre, volviéndose más selectivo con los casos, y dejando de lado la reputación política de su padre. Scott estaba aprendiendo a vivir en equilibrio con su personalidad impulsiva y social, y al mismo tiempo con su ambición por ser alguien a quien admirar. Mike le admiraba, eso seguro.

I won't miss him.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora