Mike soltó una suave carcajada mientras salía del bar, al fin liberándose del calor abrasador de la cocina, acompañado por otro de los cocineros, Tommy, un pelirrojo que rondaría los diecinueve años y que había venido a Portland desde un pueblo enano en Texas para huir del espíritu conservador de sus padres. Aunque seguramente lo que se estaba encontrando no era precisamente una vida de libertinaje.
Habían pasado tres meses ya desde su último encuentro con Scott, y Mike había tomado la firme decisión de arreglar su vida, comenzando por dejar aquel trabajo en la calle. Aún tenía que lidiar de vez en cuando con pervertidos que le reconocían de antiguas revistas porno o incluso por haber tenido citas con él, pero acabó acostumbrándose a ser firme con su rechazo y no dirigir la palabra a ese tipo de personas. También había encontrado trabajo, junto a Carmella, en un restaurante italiano, donde Mike descubrió que Mike tenía todo un don para la cocina. Por otra parte aún tenía que lidiar constantemente con la narcolepsia, pero estaba ahorrando dinero para un tratamiento aunque fuera para la falta de energía. Gracias a que había dejado las drogas, los ataques de sueño venían cada vez menos, solo en situaciones de mucho estrés, cansancio o ansiedad, y pocas veces aparecían de forma aleatoria. Estaba intentando rellenar los vacíos en su vida, olvidar su pasado y comenzar a ser feliz.
La joven italiana ya se había quitado su uniforme de camarera cuando Mike llegó a la esquina de la calle donde se esperaban al acabar los turnos. Carmella, además de hacer de camarera, estaba tomando cursos para dar clases de italiano de forma oficial, alegando que quería un trabajo un poco más decente, y el jefe de ambos, llamado Antonio, insistía en que Mike debería apuntarse a la escuela de cocina para intentar llegar más lejos. El rubio no sabía si podría lidiar con ello, pero lo estaba pensando.
-Hola, bambino. -Le saludó su nueva amiga, y es que en aquellos tres meses ambos se habían vuelto muy cercanos. Mike la saludó con una media sonrisa, rodeando sus hombros con un brazo mientras comenzaban a caminar. Desde que decidió cambiar su vida, había empezado a dejar aquella timidez de lado y hacer gestos más abiertos con la gente en la que confiaba. Ya no parecía aquel chico optimista pero herido, ahora era un chico lleno de esperanza.
-Hey, Carmella. Antonio nos ha dado la tarde libre mañana, -comentó el rubio- podríamos hacer algo. Tommy me ha comentado que hacen una fiesta en su piso compartido...
La italiana lo miró, indecisa.
-Oh, lo siento, pero mañana tengo que ir a ver a Scott, ya sabes...
Oh, mierda. Mike intentó esconder la mueca que se le puso al escuchar ese nombre. Carmella y Scott aún se encontraban de vez en cuando, sobretodo porque la italiana estaba empezando a preocuparse mucho por el modo de vida de su ex marido aquellos últimos meses.
Y Mike aún no lo conseguía superar.
-Mikey, amore, deberías acompañarme. -La idea sonó tan loca para el rubio que soltó una risa medio histérica.
-¿Yo? ¿Acompañarte a su casa? ¿Te has vuelto loca? -Carmella le dio un pequeño golpe en el hombro para que se callara, con una mueca.
-Mike, lo dejasteis todo a medio hacer. En serio, ¿acaso no te das cuenta? Saltas de impresión cada vez que escuchas su nombre o oyes algo relacionado con él. Y él... Bueno, él está simplemente destrozado. Al menos Scott y yo accedimos a divorciarnos, le pusimos fin. Vosotros... Ni le pusisteis un inicio. No perdonáis, no os dais la oportunidad.
Mike no quería seguir escuchando aquel monólogo, pero es que tenía demasiada razón. Aún necesitaba hablar con el pelinegro. Recordó aquella vez en casa de Carmella que le prometió que hablaría con él una vez arreglara su vida. ¿Era el momento? ¿Iba a hablar con Scott? Dios, eso era mucho. Tenía que asimilarlo. ¿Iba a ser capaz? Lo había perdonado, en realidad, ¿Qué era lo que le impedía intentar hablar con él? ¿Aún tenía, acaso, miedo de una nueva decepción, otra mentira, puro rechazo? Scott había cometido errores, muchos, había dañado a sus seres queridos... Pero también había cuidado de él, lo había defendido, le había ayudado. Y joder, era muy dificíl simplemente dejar de amarlo. Aún sentía que, con tan solo una palabra bonita y una disculpa sería capaz de abalanzarse a sus brazos y abrazarlo con fuerza, diciendo que todo iría bien, que estaban bien, que podían ser lo que él quisiera. Borrón y cuenta nueva. Y al mismo tiempo sabía que la conversación que tendrían sería larga e intensa.
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I won't miss him.
Teen FictionScott al fin ha conseguido dejar atrás su vida llena de excesos. Pero hay algo que le falta. Se siente vacío. Su matrimonio ya no funciona como esperaba, y empieza a entrar en una profunda depresión de la que no puede salir. Cuando siente que la vid...