Scott no había dormido demasiado aquella noche, pero eso no era ninguna novedad para él. Desde que tanto Carmella como él descubrieron el error de su compromiso, y sin siquiera decírselo el uno al otro, aquella casa se convirtió lentamente en una prisión para Scott. No era extraño, por ejemplo, que sin dedicarse palabra alguna el uno a la otra, tal vez durante todo el día, la pareja se fuera a dormir en habitaciones diferentes. Por habitaciones diferentes se refería a que Scott se iba al sofá, porque jamás se atrevería a pisar la habitación "de invitados" que alguna vez perteneció a su difunto padre. Jamás.
Las noches se le hacían cada vez más complicadas, más extrañas. Más tensas. Y sin embargo, aquella noche, Scott se fue a dormir con nadie más que Mike Waters en su habitación. Y no durmió por los nervios. Los nervios que le causaba ser consciente de quién estaba durmiendo en aquellos momentos en su casa. Quería asegurarse constantemente de que Mike estaba bien, de que no dormía mal ni tenía pesadillas, a pesar de no atreverse a cruzar la habitación y abrir la puerta. Arriesgarse a encontrarse con una mirada fría o decepcionada, muy parecida a la de Marcella, pero mucho más profunda y real. Porque lo que le había hecho era realmente horrible. Y sin embargo, antes de irse a dormir, al regresar de las compras de aquel día, las palabras que cruzaron no fueron de odio o tristeza.
《-Sigo sin entender por qué quieres comprarme todo esto.
-Porque lo mereces. Tú dijiste que obtenemos lo que merecemos. Es hora de que eso se aplique a ti también.
-¿Y a ti? ¿Se aplica lo que dije a ti?
-... No lo sé, Michael.
-Ya veo... Gracias, por la ropa. Voy a... Voy a dormir.》
Aún recordaba la silueta del rubio desapareciendo por el pasillo, adivinando cierta vergüenza en sus gestos. Se preguntó si Michael lo lograría perdonar algún día. Porque aún veía aquel peso en su mirada tan dolido y triste, por muy oculto que estuviera bajo comentarios secos y sarcásticos. Incluso cuando mágicamente volvía a ser el Mike de siempre aún quedaba aquel peso. Y no lo culpaba por ello ni mucho menos. Simplemente deseaba entenderlo. Deseaba arreglarlo.
El pelinegro fue el primero en levantarse, o eso pensaba mientras se levantaba de su sofá tras su intento de dormir, cuando escuchó el leve chirrido de la puerta. Scott tragó saliva al ver un melena rubia asomarse y, a continuación, el cuerpo de un Michael medio dormido, llevando uno de sus pijamas.
Scott hizo su mejor esfuerzo por no mostrarse tan cansado como lo estaba en aquellos momentos e incluso le dedicó una media sonrisa.
-Buenos días, Mike, ¿Cómo has...?-¿Dónde está Bob...? -La pregunta lo dejó helado tal y como le había estado pasando durante todo el día anterior. Mike parecía estar aún saliendo de un sueño, porque al darse cuenta de dónde estaba sus ojos se abrieron bastante.- ...Oh.
Bob estaba muerto.
Sin decir ni explicar nada, Mike se dirigió a la cocina, donde estaba Scott, quien tampoco se atrevió a hacer pregunta alguna al respecto. El pelinegro no dejó que Michael siquiera intentara cocinar, a pesar de ser él mismo un pequeño desastre para la cocina, finalmente consiguió preparar una especie de huevos revueltos y bacon para el desayuno, bastante decentes, cosa que le puso de buen humor.
Michael lo observó todo el rato en silencio. Normalmente, cuando Scott aún iba con ellos, el pelinegro siempre había asumido el papel de la voz cantante en su amistad, hablando y hablando y planeando y proponiendo (u obligando, dependiendo de cómo lo mires) cosas locas y arriesgadas. Michael, sin embargo, a pesar de ser silencioso, y mucho menos apasionado e impulsivo, sí que tenía sus propias ideas locas, y aunque no las expresaba como Scott, muchas veces las había realizado.
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I won't miss him.
Teen FictionScott al fin ha conseguido dejar atrás su vida llena de excesos. Pero hay algo que le falta. Se siente vacío. Su matrimonio ya no funciona como esperaba, y empieza a entrar en una profunda depresión de la que no puede salir. Cuando siente que la vid...