Que Mike quisiera regresar a casa, sin embargo, fue un alivio para Scott, quien por poco tuvo miedo de haberlo perdido todo.
Cuando, aquella noche, mientras cenaban en silencio, Mike le deseó las buenas noches con la voz baja y rasposa, Scott solo pudo tragarse su propia humillación y sonreirle débilmente. Y, cuando el rubio fue a la habitación, fue el turno de Scott de desmoronarse, con los codos sobre la mesa y el rostro entre las manos. ¿Qué le pasaba? ¿Por qué le dolía tanto? Tenía que entender que no todo iba a salir siempre como él quisiera, tenía que tranquilizarse, respirar hondo y seguir adelante. Era fácil decirlo, pero llevaba ya tantos meses así... Deshecho, que de pronto todo para él era dolorosamente injusto y ajeno a su persona.
Se frotó el puente de la nariz y cerro los ojos con fuerza, antes de exhalar un profundo suspiro y recoger sus cosas. Miró el sofá con una leve mueca, no era una proposición muy atractiva, la de llorar en el salón de tu casa con una botella de cerveza, pero supo que no iba a poder evitarlo mientras sacaba la bebida de la nevera y arrastraba los pies hasta el mueble. Se dejó caer sobre este de espaldas y le dio un largo trago, para después mirar el techo con el ceño suavemente fruncido. ¿Cuánto tiempo llevaba realizando esas mismas acciones en el salón de su casa? Seguramente desde que su relación con Carmella se enfrió hasta el punto en que ni siquiera hablaban. Apretó ligeramente los dientes, algo contrariado consigo mismo.
Para cuando se hubo acabado la tercera cerveza, ya tenía una almohada sobre él y lloraba en silencio. Patético. Tenía frío, pero un extraño sopor se había apoderado de él y no quería levantarse, secarse las lágrimas, y abrigarse de ninguna forma. Quería seguir lloriqueando sobre la almohada como el niño infantil que era. Que sí, a lo mejor estaba sobre actuando porque lo que había sucedido ni siquiera era tan grave. Pero el problema era que no podía evitarlo, aquellas últimas semanas, incluso antes de encontrar a Michael, los únicos sentimientos que lo inundaban eran la tristeza o la furia. Estaba hundido en un pozo sin fondo y no sabía cómo salir de él. Había dejado de conocerse a sí mismo como antes. Era un desconocido, un desconocido inseguro y patético que lloraba en el sofá de su casa mientras bebía cerveza.
***
Mike despertó aproximadamente a las cinco de la mañana, al sentirse demasiado inquieto como para seguir durmiendo. Estaba durmiendo sobre la cama de Scott Favor. ¿Cuánto tiempo había pasado? Demasiado. Demasiado tiempo desde que hablaron por última vez, demasiado tiempo desde que se rozaron por última vez, demasiado tiempo desde que tuvo cerca al pelinegro por última vez. Pero estaba enfadado. Dolido. Y muy confundido. Se prometió que jamás volvería a depender de aquel chico de ojos oscuros y penetrantes. Se dijo que no le perdonaría sus actos egoístas e incluso cobardes. Habían sido mejores amigos durante tres años, tres putos años.
Tres años que necesitó Mike para enamorarse, y tres años que necesitó Scott para romperle el corazón al rubio. Michael le mostró todo de él, su pasado, sus defectos, pero también sus esperanzas y su mejor faceta. Scott le mintió y le ocultó secretos. Le dijo cosas que le hirieron, y al mismo tiempo quería entenderlo. Quería entender por qué se fue sin él, sin mirar atrás, por qué dejó de lado a todos sus amigos de aquellos años. ¿Para reinsertarse en la hipócrita sociedad de la clase alta? ¿Para camelar a una italiana? Fuera lo que fuera, seguramente ya lo había conseguido. Conseguía todo lo que se proponía, y era algo que todos sabían, algo por lo que todos le quisieron, pero parecía que había pasado una eternidad desde aquello.
Cuando se incorporó miró a su alrededor unos segundos, relajado gracias a los sonidos del exterior. Podía escuchar el murmullo de los primeros coches del día (o los últimos de la noche) y el sonido de los pájaros en los parques. Quería quedarse en aquella especie de ecosistema de sonidos tranquilos y habituales. No tenía miedo cuando los escuchaba. Solo era consciente de la continuidad de su vida, de lo corriente de su existencia. Se frotó la cara con la palma de la mano mientras se levantaba, separándose de mala gana del calor de las mantas. Aún se encontraba un poco mal, pero tenía la sensación de que Scott no le estaba manteniendo en su casa solo para cuidar de su enfermedad. Y no sabía qué pensar al respecto. Abrió la puerta y cruzó el pasillo arrastrando los pies de forma cansada, y lo que vio en el salón le causó una mezcla de sentimientos extremadamente desagradable.

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I won't miss him.
Teen FictionScott al fin ha conseguido dejar atrás su vida llena de excesos. Pero hay algo que le falta. Se siente vacío. Su matrimonio ya no funciona como esperaba, y empieza a entrar en una profunda depresión de la que no puede salir. Cuando siente que la vid...