Epílogo: Mike y Scott de excursión.

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Las vistas desde aquella carretera estrecha eran, simplemente, preciosas. Era una de aquellas carreteras que rodeaban el monte, alcanzando sus puntos más altos cuando podías ver el pico del resto de montes y montañas, e incluso la niebla volvía el camino un tanto más borroso. El autobús los había dejado en medio de la montaña, tal como tenían planeado (más o menos) Scott y Mike. Un pequeño sendero se extendía montaña abajo, atrayendo a los amantes de la naturaleza, a adentrarse en el bosque que había bajando la montaña. 

Mike y Scott cumplían un año desde que su relación se volvió "oficial". Ninguno de los dos habían pensado en ello que deberian celebrar como un día más especial que el resto, pero cierta italiana les insistió en que un aniversario era muy importante para las parejas. Y Scott propuso que se fueran de excursión. Mike no dudó en aceptar la idea. Había que decir que el rubio, a escepción de ciertos viajes puntuales, no viajaba demasiado. Scott tal vez sí había sentido mucha más curiosidad por descubrir nuevos lugares, pero nunca había tomado la iniciativa de irse de excursión. A una montaña. Rodeados de naturaleza. Tal vez era porque ambos estaban muy acostumbrados a la ciudad.

-Si nos perdemos, ¿Quién se alimenta de quién para sobrevivir? -Bromeó Scott, esbozando una sonrisita entre malévola y divertida. Llevaba una cazadora baquera sobre un jersey de OASIS (que su novio le había dejado muy amablemente), unos pantalones vaqueros desgastados de tanto usarlos, y unas botas que hacía demasiado que no usaba. Llevaba tanto tiempo acostumbrado a pasar de su esmoquin de abogado (o de persona demasiado presumida para arreglarse menos) al pijama, que le había costado elegir algo que ponerse.

Mike esbozó una de sus sonrisas divertidas, que intentaban contener una risa. Se había cortado el pelo, para evitar que Carmella volviera a hacerle trenzas, y se había puesto un jersey que le iba tres veces más grande de lo normal. Lo había encontrado por su casa (ahora suya y de Scott) y había decidido que le gustaba lo suficiente como para llevárselo, y lo suficientemente poco como para que perderlo en el viaje no le importara. Era un jersey de cuello alto, beige, de lana... Tenía poco de especial.

Pero para Scott, Mike estaba precioso en aquellos momentos, con la nariz un poco enrojecida por el frío, una sonrisa leve y su mirada rondando por el ambiente, curiosa. A Scott le gustaba el lado curioso de su... Novio (wow, novio. Aún le costaba creérselo). Mike solía ser una persona que se tomaba las cosas con una filosofía tan serena y parsimoniosa, que era un poco nuevo verlo genuinamente curioso por algo. Y es que era innegable que el paisaje era sorprendente. No solo el bosque que se extendía montaña abajo, sinó las montañas a su alrededor si mirabas por encima de las copas de los árboles. Rodeadas de niebla, las montañas se alzaban perezosamente, como gigantes esperando a ser despertados de un sueño eterno.

-¿Vamos? -El rubio tomó la mano de Scott, quien asintió, sonriendo ampliamente. Pronto, asiendo sus respectivas mochilas, ambos jóvenes se adentraron en el bosque.

La idea de la excursión era llegar al valle de la montaña, donde había una zona de picnic, desde allí arriba. Ni Mike ni Scott eran amantes del senderismo, de hecho, era su primera vez. El más emocionado de los dos era Scott, quien, aunque no era un gran amante de la naturaleza, no tardó en excitarse solo de pensar en un día recorriendo el bosque con el chico que le gustaba... Novio. A veces se le olvidaba.

Mike también había parecido muy contento con la idea, porque, aunque no estuviera muy familiarizado con la naturaleza, siempre le había gustado. Había que tener en cuenta que, aunque Mike sí que había vivido en un ambiente rural en su infancia, no fue un ambiente precisamente lleno de bosques y montañas. 

A medida que avanzaban eran envueltos por árboles cada vez más alto y el sendero se volvía más estrecho. Mike sujetaba la mano de Scott, y con la otra mano pasaba la yema de los dedos por los árboles. Scott había comenzado a silbar una canción que seguramente estaba improvisando en el momento, pero paró tras unos minutos, consumido por la propia música que el bosque producía. Aquel silencio que no era silencio, sinó una constante melodía. Los pájaros trinando desde lo alto de los árboles, el silbido del viento entre las hojas, el crujido de sus pasos a medida que abanzaban... Habían muchos otros sonidos, pero Scott no sabría identificarlos del todo. Era un ambiente que se convertía en armonía.

I won't miss him.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora