Capítulo 15

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La castaña abrió los ojos por el canto de las pocas aves que habitaban Liberio y fue recibida por una brillante luz que la deslumbró provocando que los volviera a cerrar, el techo de su habitación fue lo primero que vio pero la distrajo un agudo dolor que inundó su brazo izquierdo. No dudó en observar hacia ese lado y percatarse de que tanto su sábana como sus vendas estaban manchadas de un color carmesí obscuro. Se maldijo internamente cuando se dio cuenta de lo que había sucedido.

Como pudo se sentó en su cama pero lo hizo tan rápido que un mareo y un dolor llegó a su cabeza, la tomó con su mano derecha e hizo presión en la zona más afectada, finalmente después de algunos minutos intentando dejar que el mareo se fuera se paró para así llevar cambiar la ropa de la cama a una limpia encontrada en el armario de su habitación, rápidamente hizo el cambio y llevó las telas sucias al cesto, después las lavaría.

Para ella era raro despertar con la luz del día, miró a su reloj de bolsillo que estaba en el baño junto con su uniforme sucio de ayer.

-Todavía me queda algo de tiempo.- Se dijo a sí misma para empezar con su día antes de preparase como todos los días debía volver a vendarse, quitó las vendas manchadas y las tiró. Fue al botiquín para encontrar el alcohol, sabía que iba a doler por lo que cerró los ojos mientras soltaba un pesado suspiro. Los abrió de nuevo para humedecer el algodón. Al no poder girar su brazo decidió ver su herida a través del espejo, poco a poco y aguantando todo lo que pudo limpió a lo largo de la herida y alrededor para asegurarse de no dejar ni un espacio sin tocar. Al terminar volvió a colocar otra venda con la mayor presión que su herida aguantó para asegurarse de no repetir la escena de las sábanas. Era muy difícil trabajar con un solo brazo.

-Debería comprar más.- Dijo en voz alta al notar que aquella que se puso era la última dentro de aquella caja metálica.

Se vistió con su uniforme – el que debía de estar inmaculado – regresó al baño para poder ver su reflejo y peinarse adecuadamente. Le dio un poco de risa encontrarse con el reflejo de su cara con unas cuantas líneas siendo el resultado de su profundo e ininterrumpido sueño, además de notar lo despeinada que estaba.

Se lavó la cara rápidamente y se peinó como todos los días, una cola alta y acomodando un par de mechones que enmarcaban su rostro pero antes de terminar y tocar su cabello notó que estaba más largo de lo que le gustaba, lo que provocó que observara con mayor detalle que su cabello era ondulado, no es que no supiera la forma de este sino que al no estar acostumbrada a tenerlo a la vista simplemente lo pasaba por alto. Normalmente el largo no pasaba más allá de su clavícula y ahora quedaba por debajo de su busto.

– Luego lo corto – No le gustaba dejar crecer tanto su cabello porque le hacía recordar cómo su madre la tomaba de este para asegurar los golpes. Sólo una vez lo cortó a la altura de sus hombros y cuando su madre se dio cuenta de esto le propinó otra golpiza porque claro "la niña no facilitaba su trabajo".

Al toparse con aquellos recuerdos dentro de su cabeza, sacudió esta intentando alejarlos y lo logró. De nuevo observó en aquel espejo y lo que vio fue que su cara estaba algo hinchada por la ingesta de alcohol del día anterior.

Salió de su baño para dirigirse a su cocina a prepararse o más bien, calentar algunos de los bocadillos que la señora Becker le había obsequiado, como parte de la limpieza del día anterior tuvo que tirar a la basura los pocos ingredientes con los que contaba. Mientras los calentaba guardó algunas libretas en su pequeño morral con el que siempre salía para trabajar en el taller y tomar sus anotaciones.

Mientras buscaba las anotaciones anteriores acerca del equipo de maniobras se encontró con la mancha roja y pedazos de vidrio pertenecientes a la botella de vino. Se maldijo de nuevo por las malas decisiones que había tomado el día anterior, no había razón de tirar un buen vino además de manchar parte del sillón y la alfombra perteneciente a la sala. Esperó hasta que terminara de calentarse su bocadillo para evitar que se quemara, mientras lo comía se puso a limpiar cuidando de no lastimarse.

Unsere Pflicht  | Reiner BraunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora