1.6 Mi prometido

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EVA

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EVA

Nunca antes había experimentado vivir en otro lugar, por lo que abandonar esa casa resultó ser una tarea desgarradora para mí. Cada rincón de esa casa guardaba recuerdos, y dejarla atrás era como arrancar una parte de mi alma.

—Si le doy un hijo a su familia —dije, clavando mi mirada en el patriarca, sentada a su lado en el auto—, ¿puedo volver a casarme con alguien más?

Durante un largo y espantoso momento, continuó mirándome furioso. Sus ojos, llenos de ira y desdén, parecían atravesarme. Finalmente, respiró profundamente y dijo:

—Sí.

—Gracias... padre —respondí, sintiendo una mezcla de alivio y temor.

—Las reglas para nuestra convivencia son las siguientes: vivirás en este anexo y no puedes ir a la casa principal a menos que te lo solicite. Las demás te las iré diciendo según cambien las circunstancias.

—Entendido. Aunque preferiría que el conductor evitara llevarme al Instituto.

—Está bien, aunque solamente sería hasta que no tengas a mi nieto dentro de ti.

Esa noche, Stefan estaba abrumado por el trabajo, así que me vi obligada a cenar sola en el anexo. La soledad del lugar se hacía más palpable con cada minuto que pasaba. Cuando finalmente llegó, me encontró en la cama, apenas consciente, sumida en un estado de semi-sueño.

—Déjame dormir aquí —dijo al acostarse a mi lado—, por favor, solo necesito tomar tu mano, es lo único que te pido, Eva.

Ante su desesperada súplica, no pude resistirme a permitirle quedarse. Después de un rato, se quedó dormido rápidamente, revelando los profundos círculos oscuros bajo sus ojos. Parecía tan vulnerable, tan diferente al hombre fuerte que siempre había conocido.

Al llegar a clase, mis compañeros no podían creer la transformación en mi cabello. Para evitar preguntas incómodas, tuve que mentirles, diciendo que me lo había teñido. La verdad era mucho más complicada y dolorosa.

Oliver no se presentó en la escuela secundaria, lo que me hizo sospechar que algo grave había sucedido. Sin embargo, cuando le envié un mensaje, su respuesta fue escueta: "Necesito tiempo para reflexionar". No quería presionarlo, pero me dejó una sensación incómoda de que me ocultaba algo.

Rosa estuvo conmigo un rato en el anexo. Con ella, no podía fingir que había superado la muerte de mi hermana como lo hacía delante de los demás. Su presencia era un recordatorio constante de la pérdida y el dolor.

Le solloqué a mi amiga:

—Tú no entiendes nada, lo que me duele no es cómo me ignoraron todos estos años, sino el engaño en el que he vivido.

—Son tus padres, Eva.

—Para ellos, sus hijas solo han sido mercancías —chillé—. Nunca amaron a Carol, como imaginé. Ella solo fue un sacrificio más para la familia.

—Hicieron bien —me abrazó—. Si hubieras sabido, nunca hubieras podido mirar a tu hermana a la cara.

 Si hubieras sabido, nunca hubieras podido mirar a tu hermana a la cara

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Eva y sus 7 maridos (Completa [+18])Donde viven las historias. Descúbrelo ahora