Eva y sus 7 maridos (Completa [+18])

1.5 Conociendo a los Sued

Este amor es un veneno que carcome todos mis huesos.

EVA

Abrí la notificación y reconocí al remitente: Stefan.

Stefan: Hola Eva, quería disculparme por todo lo sucedido. Espero que podamos llevarnos bien mientras nos vamos conociendo.

Supuse que mis padres le habían dado mi número mientras estaba con mi hermana en el jardín. Me quedé mirando el mensaje por un momento, sintiendo una mezcla de emociones. Al acostarme, tuve un extraño sueño en el que me encontraba en el espacio, rodeada por el giro de siete planetas. Los colores y la vastedad del cosmos me envolvían, y sentía una paz inexplicable.

Cuando el patriarca de la familia Sued me buscó, habían transcurrido siete días desde el funeral de Carol y Marcos. Noté que mi cabello negro comenzaba a tornarse blanco, emulando el de mi hermana mayor. Sin importar cuántas veces lo teñía, al día siguiente siempre volvía a su tono original, como si nunca hubiera sido alterado. Ya no quedaba duda de que había heredado el destino de mi hermana Carol.

—Antes de llevarte con nosotros debes pasar una prueba —declaró al verme en la sala, mientras se ponía de pie—. Te presento al médico de la familia y a la nana de mis hijos, su nombre es Cruz. Tus padres seguro te contaron acerca de esta prueba.

—Sí, señor.

—Padre, así quiero que me llames si la pasas.

Mi madre echó a los sirvientes y nos condujo a lo que sería mi antigua habitación. El ambiente estaba cargado de tensión y expectativa.

—Debo asegurarme de que estás saludable, ya que las novias anteriores se habían preparado desde su nacimiento, pero tú eres la excepción en más de 100 años —dijo el médico, mientras sacaba sus instrumentos.

Me senté en la cama, sintiendo el peso de las miradas de todos sobre mí. El médico comenzó a examinarme con cuidado, mientras Cruz, la nana, observaba con una expresión de preocupación y ternura.

—No te preocupes, querida —dijo Cruz con una voz suave—. Todo saldrá bien.

En aquella habitación únicamente estaban mis padres, el señor, la nana, el médico y yo. El médico me ayudó a desabotonar la blusa azul que tenía puesta y luego me quité el sostén. Después de mover mis senos, me dio la vuelta y miró mi cintura. Estaba tan enfadada que apenas logré evitar que me temblaran las manos. Entonces, cuando creía que ya era suficiente humillación, me bajó las bragas de un tirón, observó mi entrepierna fijamente.  

Ese médico me indicó que me subiera a la mesa de la esquina y al subirme no pude contener las lágrimas, pero me senté firmemente. Frente a todos, estaba completamente expuesta, con las manos separadas sobre las rodillas. El insertó su dedo entre mis piernas sin siquiera parpadear. Después de eso, no pude ver sus rostros. Grité con tanta agonía que mi madre se apresuró y me abofeteó la mejilla izquierda con sus ojos que parecían dos llamas.

—Por favor Eva no nos avergüences. ¿A caso no piensas?

— Pero madre es qué. . 

—Señor, cómo ha podido notar la dama es virgen —declaró el médico mientras la nana asentía, apenada.

 —Excelente —declaró —ya nos podemos ir, mi hijo te visitará en el anexo esta noche.

En lo más profundo de mi ser, anhelaba no tener que volver a encontrarme con mis padres nunca más.