Toda persona ha deseado alguna vez devolver el tiempo, ya sea para remendar errores cometidos, o para hacer cosas que anhelaban con fervor, como darle un abrazo a ese alguien que no está contigo por ejemplo, pedir perdón por algo, cambiar algo que hiciste mal. En este caso son todas. Cualquier vida pasada fue buena y acaba teniendo un final feliz, sin embargo estas no son las circunstancias.
Así mismo cada ser humano da muchas vueltas antes de alcanzar su “destino”, pero ¿a qué denominamos destino?, según dicen es el encadenamiento de sucesos necesarios, como cuando conoces a alguien y se agradan, a eso llamamos destino.
Sí, conocemos a alguien y ya creemos saberlo todo, irónico ¿no? Aún con esto no sabemos que es lo que realmente oculta su corazón, las heridas que están abiertas y las que formaron cicatrices, solo vemos lo que nos gusta o lo que nos conviene ver, porque debido a los prejuicios y estereotipos que nos inculcan no somos aptos para ahondar el interior de las personas.
El dolor en cambio llega a cada persona sin excepción, es el único que no discrimina, pero duele tanto que algunas personas no son capaces de tolerarlo.
Este cambia de persona a persona, nosotros juzgamos sin derecho el pesar ajeno, sin fundamento, sin justificaciones, simplemente lo hacemos, creemos que todos deben actuar como lo hacemos los demás, una insolente manera de pensar, esperamos pacientemente a que llegue un caballero de brillante armadura, dispuesto a ceder en todo.
Por este motivo existen los amigos, aquellas personas que saben más de ti que tú mismo, esas personas que saben lo que quieres decir sin si quiera abrir la boca, solo una mirada basta para que sepan tus pensamientos. Es sabido que no todos son amigos verdaderos, pero con el tiempo sabes cuales son los que te acompañarán incondicionalmente en tu vida, aquellos que darán la vida por ti, o que la perderán por extrañarte.