- ¡Emma!- gritó Ana desde la moto que acababa de robar, Emma se subió al bicho de metal y emprendieron viaje al llano donde se juntarían con la pandilla, al llegar las recibieron alegremente.- ¿Cómo les fue?- preguntó el novio de la castaña
- ¿No estás viendo que bien?- respondió Ana letárgica.
- Ana...- masculló Emma a medida que bajaba de la moto.
- ¡La policía!- se oyó desde un rincón, todos elevaron las alarmas, impulsada por la desesperación, Ana obligó a Emma a subirse a la moto, la castaña obedeció de inmediato. Conducían a alta velocidad por las estropeadas calles de aquella pequeña cuidad, con la patrulla policial tras ellas. Sus corazones se estaban desvaneciendo, no eran capaces de desempeñar sus tareas, Emma intentaba respirar pero la risa se lo impedía, los oficiales intentaron retenerlas con ayuda de barreras, pero, por desgracia, Ana tenía total manejo de la motocicleta debajo de ella. Con una rápida maniobra logró entrar a las líneas del tren eléctrico, los rieles eran muy estrechos para la gran patrulla policial, hasta ahí las podían retener. Pasadas las tres de la mañana estaban en casa, por fin olían la tranquilidad. "hogar dulce hogar"
Al paso de otra mañana Sarah se levantó temprano, se dispuso a despertar a Mary, quien, según ella, dormía tranquilamente en la cama contigua a ella. En tanto Mary tenía otra de esas tormentosas pesadillas, en esta en cambio ella se encontraba en una locación completamente oscura, en la lejanía podía divisar perfectamente el columpio que con las chicas instalaron hace poco, pero solamente eso, decidió acercarse, sin embargo mientras más se acercaba, parecía que el columpio la abandonaba, cada paso dado hacia adelante, era un paso en retroceso para el pequeño balancín, de la nada comenzaron a caer pétalos de lirios blancos, Mary se concentró tanto en contemplar como bajaban que ni siquiera se percató que una persona la observaba, al darse cuenta sintió unas ganas irrefrenables de correr, pero sus piernas no respondieron.
Emma estaba de pie limitando al columpio, detrás aparecía Ana, ambas se abrazaron como si sus vidas dependiesen de ello, y finalmente salió Sarah, todas vestidas de un blanco puro, Emma cogió la soga del balancín, acción que indujo a que floreciera una enredadera con capullos también blancos, pero... aunque todas la incitaban a ir con ellas, a Mary no se le permitía avanzar, de hecho, percibió que jalaban de sus brazos, impidiéndole aproximarse, experimentó tanto sufrimiento por querer llegar allí y no poder, que comenzó a llorar, era ridículo, ellas estaban allí, ¿Por qué ella no?, era claro que ansiaba estar con sus amigas, más que eso, esas chicas se habían convertido en su vida entera, su razón de vivir.
Despertó abruptamente, sospechaba que lo húmedo de su cara eran lágrimas, Sarah cerca de ella abrió los ojos sorprendida, y, al verla en ese estado, simplemente se delimitó a abrazarla con fuerza mientras le susurraba dulcemente un "todo está bien", Mary sacó todo lo que tenía reprimido y lloró, como la niña de 15 años que continuaba siendo.
La pacífica brisa cruzaba los grandes ventanales de la casa, sentadas en los sofás nuevos, había llegado el invierno, Mary cuestionaba el moretón en la mejilla de Emma, ésta por su parte solo se excusaba diciendo que cayó de la cama debido a un juego brusco con Ana, Mary estaba poco convencida, solo miraba por el rabillo del ojo.
- ¡Ana! ¿Cierto que anoche me caí de la cama por estar jugando contigo?- gritó Emma a Ana por necesidad ya que la última estaba en la cocina con Sarah.
- ¡Sí, claro!- vociferó Ana de vuelta.
- Pues no te creo... podré ser la menor, pero no soy tonta- protestó Mary cruzándose de brazos.
- No es nada, en serio no debes preocuparte, no es nada- articuló Emma, luego abrazó a Mary, en cambio la chica no devolvió el gesto- ¡Vamos no seas así! ¡Te digo la verdad!- reiteró.