Las clases eran cada vez más agotadoras, sus notas bajaron considerablemente, pero no podía culpársele de nada, Sarah no pasaba tiempo en casa, por lo que si no entendía alguna cosa simplemente la dejaba a un lado y no la hacía, a la espera de que la mala calificación llegase junto a un regaño del profesor, otro de Sarah y, por supuesto, de ella misma.La vida se estaba volviendo monótona, sin ánimo, sin esperanza. Al parecer Sarah estaba sobrellevando la perdida de Ana mejor que ella, tanto así que no se la veía llorar, no iba al cementerio, quizás esa era una de sus fortalezas, ¡Cuánto la envidiaba!, poder ser fuerte igual que ella, que la muerte solo fuese un feo golpe bajo que la vida le proporcionaba.
No podía fingir más, sus palabras y pensamientos dejaron de funcionar, cayó directamente a la cama, estaba lloviendo, la ventana estaba abierta, Mary sentía frío debido al sereno de la noche por lo que se acurrucó tratando de darse calor así misma mientras las lágrimas corrían por sus mejillas. Lo único que quería era ser libre, Poder estar en paz. Pero tal vez eso jamás llegase a suceder, ellas siempre la protegerán. No podía seguir fingiendo que estaba bien, eso no era verdad.
Se percató de pequeños pasos subiendo por la escalera, con algo de torpeza se levantó de la cama, pensando en que su nana había llegado, pero no alcanzó a dar medio paso, el suave filo de la navaja en su cuello la descomponían de sobremanera, su vista estaba algo nublada y no le permitía apreciar de quien se trataba. Un dulce murmullo se oyó a lo lejos, ambos se encontraban estáticos, Mary convino no moverse, sufriendo de desesperación, de manera que sus músculos se tensaron. No entendía el objetivo del intruso, podía ver con la luz de la luna la leve sonrisa en el rostro frente a ella. Una, dos respiraciones, cada tanto las contaba, solo para no olvidar que debía de hacerlo. El tictac del reloj resonaba desde la sala haciéndole entender que el tiempo no estaba detenido. La puerta principal se abrió sonoramente
- Deja de intentar olvidarnos...- la navaja cayó de las manos de Ana, quien se esfumó como humo. Mary jadeó un par de veces antes de recomponerse, ¿fue real lo que acababa de ocurrir?, no tenía certeza, pero sea quien sea el que haya abierto la puerta, era "su ángel guardián", de seguro Sarah siempre lo sería.
Sarah, muy por el contrario de lo que Mary y la demás gente pensase, estaba hecha un desastre, aquello ojos llenos de esperanza, de esos que te dicen "tú puedes", se estaba apagando lenta y dolorosamente, naufragando en un interminable océano de culpas, penas y hasta alucinaciones. Se convirtió en una manía el entablar conversaciones con personas que solo ella era capaz de ver, muchos podían llamarla loca, o considerarla una maniática, pero sus ojos no le mentían, sus oídos tampoco, no porque las demás personas no las vieran significaba que eran irreales. Omitiendo el hecho de que la dosis de medicamentos que consumía era mayor.
Mientras deambulaba a través de la ciudad se encontró con uno de los murales centrales del teatro, manchado con una extraña mezcla de colores, texturas, tamaños. Solo eran un par de líneas, impresas en una palabra: "Sálvame", se representaba perfectamente, quería ser salvada, que alguien, quien sea, quizás uno de esos caballeros de brillante armadura montados a caballo, le tendiera la mano, llevándosela a algún lugar lejano. Cerró los ojos. Suspiró. ¿Porqué debían ocurrirle ese tipo de cosas?, que ella recuerde, jamás sembró nada malo. Está bien. Probablemente un par de acciones le jugaban en contra, ¡Pero hasta el Papa se equivoca!, no era una santa, eso es reconocible, pero tampoco era el diablo personificado... eso le quedaba a los que mataban personas inocente, quienes realizan atentados contra gente que ni siquiera conocen, y que, de darse la oportunidad de hacerlo, desistirían de provocar tal daño.
Se sentó junto a un árbol, no alcanzaba a distinguir de qué tipo era, las hojas prácticamente estaban regadas por el suelo, sin embargo ella no era científica como para saber de qué se trataba.