1 | El maleficio

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Frank McQuoid se retira del mundo de la moda

Por Brooke Hamilton.

Luego de la gala del MET, Frank McQuoid anunció su retiro del mundo de la moda, se despidió diciendo que seguirá diseñando, pero que necesita un respiro. Alegó que no tiene la misma energía de los veinte y que la salud está primero. "Mi casa de moda sigue siendo mi casa, solo habrá otra persona a la cabeza", dijo el diseñador británico a la prensa allí presente.
McQuoid diseñó un vestido para la exposición del MET de este año y pese al anuncio, le vio hablando y riendo con su amiga Christine Dubois en el after party.

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El sonido estridente del reloj despertador hizo que Rose se levantara de golpe y, de algún modo, se las arreglara para rodar por un lado de la cama y caer al suelo, no sin antes clavar su mano derecha en un alfiletero.

Despertar con el pie izquierdo nunca había sido tan literal.

Rose debió hacer caso a todas las señales que le indicaban que ese cuatro de mayo sería su viernes trece y quedarse encerrada en casa, fingir que tenía dolor de estómago o cólicos menstruales, la mentira que funcionara mejor, pero no lo hizo y como decía Ming Li, su waipó, era imposible volver hacia atrás.

Dolorida, entró al cuarto de baño antes de que ella se diera cuenta de que se había quedado despierta hasta la madrugada creando otra pieza de ropa.

Yolanda, el blazer color magenta que había estado cociendo la noche anterior, estaba a medio terminar, le faltaban algunos detalles, cortar tela sobrante y ajustar los botones para que estuviera perfecto. Iba a combinar maravillosamente con la minifalda de cuero que había decorado con cierres la semana anterior. Aún no le ponía nombre, pero daba igual, Yolanda iba a combinar con todo. Con jeans, shorts, vestidos... Con el Valentina —un vestido ajustado que había hecho en una tela negra brillante— se iba a ver divino.

Ya continuaría diseñando por la noche, debía comenzar su jornada diaria, tenía que ganarse los fideos, o al menos eso era lo que se repetía mientras se daba una ducha con agua helada para terminar de despertarse.

Kit Pendergrast, por su parte, despertó temprano, hizo ejercicio en el gimnasio del hotel, tomó el desayuno cuando el sol apenas comenzaba a aparecer en el horizonte por encima de los arbustos de la terraza y se preparó para su gran aventura en busca de inspiración, todo esto antes de las ocho de la mañana. No tuvo accidentes ni caídas aparatosas, solo aburrida tranquilidad.

Esto ocurrió la mañana del cuatro de mayo antes de que se pusiera en marcha el maleficio, cuando Ming Li quiso adivinar el futuro de Rose.

—No, lah. No permitiré que te vayas así —decía mientras Rose tomaba su taza de Matcha con leche con doble ración de azúcar—, tengo un presentimiento sobre el maleficio.

Xoxo, Rose [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora