El fino jarrón de cristal se hizo añicos contra el piso. Bellatrix sentía el fuego corriendo por sus venas; furia y rencor. No era posible que su hermana traidora y el maldito sangre impura con el que se había casado hubiesen tenido una hija. Una mestiza -le dio asco si quiera pensar la palabra. Pero algo más pasaba, algo que la estremecía... Una profunda envidia la recorrió. No era la simple idea de un hijo -ella vivía, moría y mataba solo por su Lord-. Pero ella se había comprometido antes que Andrómeda, se había casado antes de Andrómeda y había comenzado a tener sexo mucho antes que Andrómeda. Entonces, ¿Qué demonios estaba mal con ella? No eran pocas las veces en las que con Rodolphus habían tenido relaciones sin ninguna precaución. ¿Por qué su hermana podía y ella no? ¿Por qué esa satisfacción se le era permitida a dos traidores y no a ella, que siempre había luchado por un mundo sin impuros? ¡Había entregado su vida entera a la causa! ¡Había asesinado con solo quince años! Aún recordaba la voz de Rodolphus susurrándole con ira..."Nuestro señor nos lo ordenó. Bellatrix, hazlo o yo te matare a ti antes de que él me mate". Un rayo de luz verde y la vida desapareciendo de los ojos del impuro. Con el tiempo se volvió algo común, casi rozando lo rutinario; sentía una profunda admiración por su Lord, él había visto en ella algo que los demás no. Él no la despreciaba, bueno, no tanto como a los otros... Él sabía que ella tenía potencial, que era peligrosa, algo que el idiota de Rodolphus nunca pudo ver. Por eso no comprendía, debía poder entregarle a su Lord lo más valioso que pudiera, debía darle un ser que creciera bajo sus mandatos, formado a su viva imagen, un exterminador de impuros. Un descendiente que sirviera al Señor Oscuro más que cualquier otro mortífago; Bellatrix debía entregarle su hijo.
Caminó por la fría y siniestra mansión de los Lestrange, era costumbre de los sangre pura que fuera la mujer quien dejara su casa para irse a la de la familia de su marido, porque al casarte con un sangre pura, pasabas a ser una de sus adquisiciones. El cuarto de Rodolphus era el tercero del segundo piso. Típico, comparte la cama pero no la habitación. Eran contadas con los dedos de una mano las veces que ella y Rodolphus habían pasado más de diez minutos juntos en una cama después de tener sexo. Y de alguna forma, era lo mejor; Rodolphus no había sido ni por lejos su único hombre. De una forma extraña, sentirse llena físicamente, la hacía sentirse menos vacía internamente, de momento claro. Ella solo tenía un interés, aniquilar todo lo que según su señor fuera impuro. No tenía absolutamente nada aparte de eso.
Rodolphus no era estéticamente agraciado, a pesar de que no tenía cara de trol, sus rasgos y sus gestos eran toscos y sin elegancia o aristocracia; fiel reflejo de su personalidad. Bueno, no es que tuvieran mal sexo, es decir, no era ningún martirio para ellos cumplir con sus actividades maritales.
Entró al cuarto y vio a Rodolphus quitándose lo que le quedaba de su ropa negra. Se acercó a ella y sin pedir perdón ni permiso, le comenzó a quitar el corset y el vestido de a tirones. Cuando la dejó en ropa interior, metió la mano entre sus muslos y sonrió de lado al rozar el filo de la daga con el escudo de los Black que siempre llevaba en el liguero.
―Truco barato de prostituta impura, ¿no crees, Bella? ―preguntó con sorna.―Tú sabes mucho de prostitutas impuras, ¿no crees, Rodo? ―contradijo con una fría amabilidad. Rodolphus la miro furioso, pero ella sonrió de manera maliciosa―. Vamos, házmelo antes de que crea que ya no te funciona.
Y lo hicieron. Fue algo mecánico; siempre era así, no había caricias, no había besos, no había amor. Terminaron. Bellatrix se vistió y se dirigió a su habitación, siempre había sido así... y no iba a cambiar ahora. Ella, junto a su hermana Narcissa se habían casado para preservar la sangre, no como la traidora de Andrómeda. Furiosa dejó de pensar en ella; demasiados pensamientos le había dedicado en un solo día.
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Harry Potter, historias de un capítulo.
RomanceHistorias que comienzan y terminan en un capítulo. Sin relación entre si.